Las vacas no dicen la verdad. En días pasados se informó que el cambio climático las afecta, porque más días opacos y más lluvias inciden en el crecimiento de pastos y por ende en la cantidad de proteínas.
Una información incompleta, porque la realidad preocupa más: las vacas nos están enfermando y sus tenedores tienen una deuda social pendiente, pese al alimento que proveen.
No es cierto que en todas partes vaya a haber días más opacos y más lluvias, pero donde sí, junto al aumento de la temperatura y la ocurrencia confirmada de una mayor concentración de la precipitación en pocos eventos en otros lados, derivará en inundaciones, enfermedades y... menos proteínas (que incide en el bolsillo del... ganadero.)
Honesto fue Shaun Coffey, director de Industrial Research Ltda. en Australia, al afirmar en septiembre que el ganado se perjudica con el cambio climático mientras contribuye a él.
Tal es la paradoja: para atender la demanda mundial, se requeriría duplicar el número de cabezas en 40 años. Y el daño seguirá. Para responder a la amenaza, se necesitaría que, un ejemplo, Australia y Nueva Zelanda redujeran en dos tercios el consumo de carne en los próximos 50 años.
¿Qué hace el ganado? Pues contamina. Y acaba con la tierra.
Rajendra Pachauri, cabeza del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, ganador del Nobel de Paz 2007, reveló que el ganado produce 18 por ciento de las emisiones de gases de invernadero, contamina aguas y daña suelos y nuestra salud.
Producir un kilo de carne equivale al CO2 que genera un carro que recorre 250 kilómetros. Una hectárea de tierra cultivada alimenta 30 personas al año. La misma extensión dedicada a leche, huevos o carne alimenta 5 a 10 personas. Su llamado: consumir menos carne.
En 1994, el ganado colombiano emitió 1.403 gigatoneladas de metano, gas de invernadero más potente que el CO2, 1.369 de ellas por fermentación entérica (nombre elegantísimo de los gases intestinales), 441 salidas del ganado de leche.
Mientras 9,1 por ciento de Colombia tiene vocación ganadera, hoy 40 por ciento del territorio son pastizales y 93 por ciento es susceptible de compactación: proceso en el que las vacas se parecen a Atila, pues nada vuelve a crecer donde pisan. Aquel año se emitieron 3.225 gigatoneladas de CO2 por conversión de tierras.
Como expresó Coffey, las ganaderías podrán adaptarse al cambio climático, pero no podrán mitigar su impacto.