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Cuando recibió la estatuilla del premio Macondo otorgado por la recién nacida Academia Colombiana de Ciencias y Artes Cinematográficas, Luis Ospina le dedicó con cierta sátira el reconocimiento al Sindicato de Cineastas Colombianos (SINCINCO).
Aludía a la entidad ficticia y desplatada que fundó "para cobijar a todas esas amistades que me han ayudado de una forma u otra, a hacer cine y a vivir, que para mí viene siendo la misma cosa".
Y para que los jóvenes cineastas no se desanimaran y siguieran el "mal ejemplo" citó una frase desagarradora y matapasiones de Jean-Luc Godard: "El cine no se hace para ganar plata, se hace es para gastarla".
-Creo que la plata hay que gastársela pero también hay que recuperarla y poder distribuir el dinero entre los inversionistas- dice la productora de cine, Clara María Ochoa, reconocida por su película Soñar no cuesta nada que tuvo el mayor éxito en taquilla desde La estrategia del caracol en la década del noventa -Yo le apuesto a la rentabilidad del cine colombiano. No se puede ser tan pesimista, poco a poco, aunque no en todas las producciones, lo estamos logrando.
-Hay que entender que Luis Ospina tiene un humor muy negro que lo ha caracterizado toda la vida -advierte Claudia Triana, directora del Fondo de Promoción Cinematográfica-. Yo soy absolutamente la antítesis de él. Soy optimista porque he seguido todo el proceso y también me tocó ese infinito escepticismo cuando nadie creía en el cine.
Aún recuerda los escalofríos del año pasado cuando el juglar de Los viajes del viento se salió de una pantalla francesa con su acordeón y les tocó en vivo y en directo las fibras íntimas a los espectadores del mundo que asistían a la sección Una cierta mirada del Festival Internacional de Cine de Cannes.
Y hace más de un mes en el Festival de Cine de San Sebastián, un par de lágrimas intentaron rodársele durante los dos minutos seguidos de aplausos que el público español orquestó cuando terminó la presentación de la película, que varios años antes la ley de cine impulsó, Los colores de la montaña.
-Claudia no calculó bien. No fueron dos sino seis minutos de ovación en un auditorio de 1.200 personas- relata el productor, Juan Pablo Tamayo-. No solo le gustó al público sino también a la crítica.
"Hacer cine es muy difícil, es muy costoso. Es una montaña rusa, bajás, te caes. Pero es como el bazuco. El que lo coge no es capaz de dejarlo nunca", comenta Juan Pablo.
Entre 19 países del mundo que también concursaban por el premio Kutxa-Nuevos Directores, Colombia se llevó el galardón con un estímulo de 90 mil euros.
-Estamos viviendo un momento muy importante del cine colombiano -dijo Julián Giraldo, productor ejecutivo, delante de un millar de personas en la ceremonia de premiación-, estamos curando nuestras heridas a través de las películas.
Segundos antes el director, Carlos César Arbeláez, decía que tal vez ese galardón "era el más importante que hubiera recibido Colombia en su historia cinematográfica".
-Eso es mentira, no es tan importante como estar en la selección oficial de Cannes como lo hizo Víctor Gaviria en 1998- dice el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga quien tampoco celebra las cifras que se publicaron durante la Semana del Cine que aplaude a las 57 producciones que han recibido 106 premios en 40 festivales.
-Es cierto que hay más presencia del cine colombiano en festivales del extranjero, pero... ¿En qué secciones? - se pregunta el crítico- En muestras paralelas y no en la selección oficial. ¿Por qué necesitamos que nos reconozcan tanto afuera para que nos legitimen adentro?
El periodo
El número de producciones se ha incrementado en Colombia. Se pasó de producir una película en 1994 a 12 en 2009. Lo preocupante es que el alza de películas colombianas en cartelera no va de la mano con los espectadores en la taquilla.
Mientras en 2006 hubo 2.806.892 espectadores que entraron a cine colombiano, en 2009 se registró un descenso significativo y asistieron 1.208.215 personas. Para este año los cálculos no son alentadores.
-La tendencia es clara, el público asocia el cine colombiano con cosas con las que ya no se identifica- recalca Pedro Adrián.
La directora de Cinematografía del Ministerio de Cultura, Adelfa Martínez, reconoce que la gente ha dejado de ir a las salas en los últimos años. -Aunque se ha reactivado la producción, somos conscientes y realistas en que tenemos unos retos y desafíos en materia de formación de públicos y circulación- afirma la funcionaria quien también exalta que, a pesar de tener una ley joven (Ley 814 de 2003), hay unos resultados tempranos.
-Le estamos exigiendo al cine colombiano, como si a una editorial que solo publica 10 libros, le pidieran que todos sus títulos fueran bestsellers - replica la directora del Fondo de Promoción Cinematográfica, Claudia Triana y explica que el promedio de películas exitosas en Colombia guarda la proporción con las de países como España que también tienen pocas dentro de un promedio de 142 largometrajes anuales.
Vanesa Ragone, productora ejecutiva de El secreto de sus ojos , la película más exitosa en la taquilla de Argentina que alcanzó los dos millones y medio de espectadores y además fue la ganadora del Óscar a mejor película extranjera, reconoce que es un caso atípico en su país.
-La gente en Argentina tampoco ve cine argentino. Y hacemos en promedio unas 80 películas al año.
Según Vanesa Ragone, en Argentina sucede algo similar a lo que pasa en Colombia cuando el público rechaza las películas que retratan la realidad y la abordan de una manera crítica. "En argentina pasa lo mismo con la dictadura y los desaparecidos. Sin embargo hay que tenerlas en cuenta. Los temas dolorosos de los países no se pueden ocultar como tampoco pueden ser el único tema".
Felipe Orozco, director de la película de suspenso Al final del espectro , se aparta de esos tópicos y le apuesta a un cine de género, que antes de cautivar a un jurado de un festival, pretende conectarse con la mayoría del público que rechaza el cine de autor.
"Más que arrancarnos las venas para que la gente comprenda la complejidad del ser, queremos que la gente se divierta".