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En las últimas semanas Medellín ha empezado a conocer la lista de sus posibles –y probables- candidatos a la Alcaldía en el 2015, y aunque sería apresurado hablar sobre sus capacidades personales, perspectivas electorales reales o propuestas para la ciudad, bien cabe analizar algunos de los problemas públicos y fenómenos políticos que podrían inscribirse en la agenda de la elección local del próximo año y de las características de nuestros votantes.
Empecemos por una aclaración y es que, en términos electorales, las elecciones locales son tangencialmente diferentes a las elecciones nacionales. Porque entre los votantes medellinenses no se pueden diferenciar claramente ciertas adscripciones políticas que no aplican en el nivel nacional, como, por ejemplo, entre uribistas y fajardistas, o, incluso, votantes de la Unidad Nacional.
Siguiendo con los votantes medellinenses, estos tienden a premiar la estabilidad por sobre el radicalismo, la sensatez por encima de las dudas; en términos efectivos, son votantes bastante conservadores –no necesariamente en términos ideológicos, sino en sus expectativas sobre el futuro-, les gustan los candidatos que puedan prometerles cambios positivos, pero esperados y paulatinos; y que sean capaces de pensar sus ideas con pasión, pero de manera racional y sin extremismos.
En ese sentido, pueden ganar votos los candidatos que sean capaces de mostrar frentes conjuntos de trabajo sobre Medellín y Antioquia. Gran parte de los problemas del departamento y su capital se pueden entender dentro de las interrelaciones entre municipalidad central y periferia regional: la migración y urbanización, la seguridad y el desarrollo económico. Sin coordinación entre los dos gobiernos, ni Medellín, ni Antioquia, pueden pretender resolver por sí mismos sus problemas más complejos.
Por otro lado, que la paz no debe, aunque puede que al final lo haga, entrar en el debate. En primer lugar, porque los debates nacionales pueden terminar desviando la atención de lo que realmente importa en una elección de alcalde: la capacidad, el liderazgo y el plan de gobierno de los candidatos para el nivel local. Y segundo, porque la discusión de la paz supone una trampa para el debate local, en tanto que llegue quien llegue a la Alcaldía tendrá que asumir los retos que traerían un posible acuerdo su posición resulta irrelevante en términos efectivos.
Finalmente, hay que reconocer la insignificancia de los partidos políticos en la ciudad. La mayoría de los posibles candidatos actuales irían por firmas, y aunque es probable que reciban el endoso de los partidos y movimientos políticos de la ciudad, su independencia de las estructuras políticas tradicionales da cuenta de una campaña más personalizada, en donde cada candidato va a pelear por cada uno de los votos, donde la maquinaria funcionará, pero no tomará la decisión, no desequilibrará la balanza.
Por supuesto, esto apenas comienza, e incluso en una campaña tan prematura como esta, el camino en elecciones suele ser largo y sorpresivo. En efecto, el primer reto para los actuales candidatos sigue siendo hacerse conocer –de acuerdo a una reciente encuesta de Cifras & Conceptos la mayoría de los actuales candidatos son desconocidos para la mitad o más de los electores de la ciudad-. En fin, esperemos atentos a estos primeros meses de una campaña que ha empezado temprano y en donde, ojalá, los candidatos comprometan sus esfuerzos en construir propuestas sensatas para la ciudad y reconocer los problemas importantes de nuestra sociedad.