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Estos graduados tienen canas en sus cabellos, unas manos que muestran la dedicación a un trabajo de muchos años y una mente llena de historias y de consejos para dar gratis.
Aprendieron a firmar, a reconocer las letras y los números. Además, saben prender un computador y hasta jugar a vestir una muñeca, "aunque los zapatos le queden en la cabeza".
Un total de 160 adultos mayores de Moravia y barrios cercanos, que hicieron parte del programa Leer y escribir la realidad para ser libres , recibieron su diploma.
Se graduaron la semana pasada en una ceremonia que recuerdan llena de flores y de emociones.
Las fundaciones Bienestar Humano y Fraternidad Medellín lideran esta propuesta que busca no solo llevar conocimientos sino, como cuenta Germán Vélez, coordinador del Proyecto Alfabetización, devolverles motivación, ánimo y autoestima.
"Ellos tienen una cantidad de sabiduría y lo que nos enseñan es inmenso", afirma.
Durante todo el año pasado, dos veces a la semana, acudieron a las clases en aulas, pero también en parques, museos y otros lugares de la ciudad. "Los profes muy queridos y pacientes nos ayudaron a lograrlo", narra Beatriz López.
Atrás dejaron esos momentos en los que sintieron pena cuando les pidieron llenar formularios o leer documentos. Ahora "se defienden" y sienten que su vida cambió, tanto que piensan convertirse en bachilleres.
Sus historias
Anatividad Rengifo es contundente: ya "letrea". Tiene 71 años pero gracias a la gimnasia los años ni se le notan.
"El cuento mío es largo, pero para qué tanto recordar. En mi casa no tuve la oportunidad de estudiar".
En los filos de Buriticá, agrega, una vez la matricularon en la escuela, pero solo pudo ir unos dos meses. Cada que se organizaba para salir, su mamá la hacía devolver porque debía cuidar a sus hermanos menores.
Para su labor como vigilante, a Salvador Monsalve, de 54 años, le pidieron que estudiara. Su familia, campesina, era de Amalfi y allí lo matricularon en un plantel a una hora y media de camino.
Pero las ganas de ir al colegio se le quitaron cuando un vecino comenzó a pegarle en el trayecto diario. Luego, tuvo que dedicarse a trabajar la tierra con su papá.
A María Ninfa Zapata, de 67 años, las labores de limpieza y del hogar en su natal San Jerónimo la alejaron de la educación. "Las veces que logré ir a la escuela tenía que madrugar a las 3 de la mañana para hacer los oficios".
Y, para acabar de ajustar, añade, cuando lograba llegar la profesora le daba un reglazo porque entraba tarde.
"Vergonzoso" era no saber firmar, recalcan los tres y, aunque como expresa Anatividad, sus lecturas las hacen despacio, es toda una alegría.
La entrega de los tutores y personas de la Fundación Bienestar Humano, les hizo poner más empeño, asegura Margarita Escobar, de 58 años. "A veces nos sentíamos arrinconaditos, pero ellos nos hicieron ver que éramos personas útiles y valiosas".
Del programa se han beneficiado 300 alumnos de Moravia y, en la actualidad, hay 140 de Manrique, La Cruz y La Honda.
Cada uno tiene una carpeta en la que guardan esas planas, dibujos y cuentos, que los hicieron alcanzar el sueño que se les hizo difícil cumplir de niños.
A estos estudiantes, en la ceremonia de grados, les llovieron los aplausos, quizá, creen, porque vencieron sus temores. Resultó verdad, como recalca Anatividad, lo que les decían: "Que esto iba a ser muy bueno".