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En ese equipo de niños eran 18 jugadores y al único que mandaron al arco fue a él. Portero por fuerza de las circunstancias y con un sueño aplazado de ser el rompe redes.
Andrés se sabía hijo de uno de los mejores porteros del mundo, pero lo que quería era hacer goles.
La "chapa" de su padre lo llevaba a más allá del arco, pero el querer de las cosas de la vida lo dejaron en una posición en la que siempre se ha destacado desde cuando tomó la determinación de jugar al fútbol.
Podría sonar algo paradójico que un hijo de René Higuita no fuera arquero, ese lugar natural en el que creció la fama de un hombre que pareció ser el Superman de las vallas del planeta de balón.
El Ponyfútbol lo vio crecer, incluso con el reto inmenso de debutar ante el DIM en la cancha de Belén Rincón y cargar con el peso de escuchar: "el arquero de Nacional es el hijo de René Higuita".
Pues claro. Sí, él es hijo de Higuita, pero el que está en esa portería de hoy es Andrés René Higuita, el muchacho que sabe lo que representa su papá, pero que volvió al fútbol profesional para enfrentarlo como es: con seriedad, dedicación e independencia. "Es difícil ser hijo de René Higuita, porque la gente espera mucho de uno. Es complicado y es bueno, ya que la gente te mira a ver en qué nivel andás".
Y ese regreso, después de casi dos años sin jugar en cuadros organizados, es para quedarse del todo en el balompié, ese que lleva dentro del cuerpo y en las venas, ya que su presente es el de celoso guardián del arco que le encomienden.
"Andrés tuvo una para larga que aprovechó para estudiar. Con esfuerzo y dedicación puede llegar lejos; se trata de un arquero técnico y seguro que cuando arriesga es osado. Le estamos dando competencia y ya es el tercer portero del equipo", cuenta complacido Álvaro Hernández, técnico de Rionegro.
Andrés hizo un esfuerzo a los 21 años. Los libros le ayudaron a cumplir la transición. El tiempo en que estuvo por fuera del fútbol lo supo invertir y realizó cursos de Administración.
Todos esos años que permaneció en el Atlético Nacional, con el que intervino en buena parte de los campeonatos de la Liga Antioqueña de Fútbol, siendo incluso campeón en las categoría juvenil, en la B y en la A, sin poder llegar al profesional, lo obligaron a cambiar de aires.
En la época del técnico argentino Ramón Cabrero fue el sexto golero en la fila, con Pezzuti, Armani por delante... Incluso, promovido al primer equipo por Luis Fernando Suárez, pero los sueños, sueños son y la salida resultaba obligada. Eso sí, siempre con la voz de gratitud hacia los verdolagas, donde fue formado por entrenadores como Andrés Arango y Jimmy Arango, sin dejar de lado a su papá.
Dónde mirarse
Para su fortuna, en cosas de fútbol y de muchas más de la vida ha tenido su espejo. José René le ha colaborado en los entrenamientos, especialmente en el proceso de formación que cumplió en el Atlético Nacional.
"En las canchas de Asados Villa Lucía o en la Hostería Llanogrande nos dedicábamos a entrenar por más de hora y media. Hacíamos mucha técnica específica y trabajábamos algunos secretos que manejan los arqueros, además de las falencias que me pudiera ver".
Andrés René, ese muchacho que mide 1.77; con las piernas gruesas como las de su papá, que pesa 76 kilos, que calza 39 y que goza con los libros de Julio Verne, muestra que un hijo de un grande del fútbol también puede abrazar el sueño de ser futbolista.
En el Rionegro, tras el retorno, hace fila. Lo primero fue bajar de peso, volver a sentir el tono del trabajo. Para su dicha encontró el ánimo de Wílder Quintero, el preparador de arqueros que lo puso en 76 kilos y en una forma que le ha servido para jugar en la categoría A del elenco del Oriente, además de ser una de las figuras del seleccionado del municipio.
"Esto vale la pena. Volví al fútbol para quedarme", opina. La emoción invade la cara de Andrés cuando habla de fútbol, de su puesto, del admirado y apreciado papá René, y más cuando se toca el tema de la familia, de una mamá como Magnolia, a quien califica de inmensa como es su amor por el arco, ese al que fue a dar sin saber por qué.