Celebramos la autorización que le dio el Gobierno a la senadora Piedad Córdoba para participar en la liberación de seis secuestrados. Es un paso importante que esperamos logre el deseado efecto de tener en libertad a los dos únicos civiles que continúan secuestrados, el ex gobernador del Meta, Alan Jara, y el ex diputado del Valle del Cauca, Sigifredo López, así como a tres agentes de policía y un soldado.
A pesar de que nos acompaña un optimismo realista, es urgente llegar a un acuerdo sobre la participación o no de "alguna personalidad democrática de un país hermano o de la comunidad internacional que también sirva de garante", tal como lo ha pedido el grupo guerrillero. El Alto Comisionado es prudente al no pronunciarse sobre la solicitud hasta tanto se reúna con el Presidente Uribe.
Reconocemos que desde el inicio de este proceso, el Gobierno ha sido sensato al dar las garantías para la liberación a través del Comité Internacional de la Cruz Roja, sin involucrar a otras naciones con el fin de evitar roces externos al país. Confiamos plenamente en esta Institución, pero si la liberación ha de frustrarse por la no presencia de otra entidad imparcial, creemos que debe reflexionarse sobre la posibilidad, también, del aval de un nuevo organismo internacional, igualmente neutral, que permita así concretar la liberación.
En este sentido nos parece interesante el llamado que ha hecho la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, para "aceptar los buenos oficios que ha ofrecido en varias oportunidades el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Mon, quien ha manifestado su interés de tener un papel constructivo, tanto para la liberación de los rehenes como en un proceso eventual de acercamiento de paz". Obviamente, que cualquier decisión y acción deberá hacerse bajo las directrices y el control del Gobierno Nacional. Debemos recordar la historia reciente para no repetir errores por ingenuidad de un lado y astucia del otro.
Es afortunado el anuncio que ha hecho la senadora Córdoba de efectuar la liberación sin la presencia de los medios de comunicación, como una "garantía de que no se va a hacer un show de carácter político o electoral, porque aquí lo que hay que rescatar, fundamentalmente, es el tema de las liberaciones". Si bien el periodismo de paz, serio y responsable, es fundamental para construir confianza en la reconciliación, es totalmente claro que las liberaciones no se pueden convertir en espectáculos de carnaval o de estrategias ideológicas. Ello no debe implicar ausencia de información.
Con la liberación unilateral, las Farc pretenden salirle un poco al paso a las críticas de su búsqueda por recuperar un espacio político y restablecer en algo su maltrecha credibilidad nacional e internacional. Pocos creen en sus gestos humanitarios, máxime cuando al mismo tiempo que anunciaban las liberaciones, masacraban a diez policías en Arauca, asesinaban a dos funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en el Caguán y secuestraban a otras diez personas en Cubarral, Meta.
Ahora lo más importante es crear unas condiciones favorables a la libertad, respetando siempre el Estado de Derecho. Los colombianos luchamos cada día con más ahínco para preservar la vida en dignidad. Nuestro mayor deseo es hacer parte del mundo libre y civilizado.