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En una economía cada vez más global y competitiva, la educación tiene estar en el centro de la agenda política de cada país, porque el crecimiento económico solo, sino está acompañado de una mejora en la calidad educativa, no va a terminar con la pobreza.
Esta es una de las tesis que plantea Andrés Oppenheimer, un prestigioso periodista argentino, radicado en Estados Unidos, donde se desempeña como editor y columnista del Miami Herald y analista de CNN, además de tener su propio programa de televisión, y quien acaba de publicar ¡Basta de Historias!
Su libro trata el déficit latinoamericano en educación y desmonta los mitos en los que nuestros países han afincado su desarrollo. Y prende una alarma sobre lo que estamos haciendo mal, frente a países asiáticos que han dado saltos cualitativos en su crecimiento a partir de la educación.
¿Cuál es la tesis que plantea en su libro ¡Basta de Historias!?
"Nos estamos quedando cada vez más atrás en educación, en ciencia y tecnología. Esta es la principal traba para nuestro crecimiento. Estamos en la era de la economía del conocimiento, donde los países que avanzan y reducen la pobreza son los países que tienen productos de alto valor agregado. Pongo el ejemplo de una taza de café colombiano, que se consume en una cafetería de Estados Unidos. Sólo un tres por ciento del valor que paga el consumidor en Estados Unidos por esa taza de café vuelve a Colombia. El 97 por ciento del valor va a quienes están involucrados en la ingeniería genética del café, el procesamiento, la distribución, el marketing. Todo lo que tiene que ver con la economía del conocimiento. Entonces, si un país como Colombia quiere progresar y quiere reducir la pobreza, necesita percibir mucho más que el mero valor de la materia prima. Las cifras de Colombia, como las del resto de los países latinoamericanos, son patéticas. Por ejemplo, en patentes registradas, que son una buena medida para saber cuán avanzadas están las naciones en innovación. Un país como Corea del Sur, que hace 40 años era más pobre que Colombia, el año pasado inscribió 8.800 patentes en el registro de propiedad intelectual de Estados Unidos. Colombia registró apenas siete. Esto muestra lo serio del problema".
¿A qué atribuye usted esta miopía que hay en los países latinoamericanos, para invertir en innovación, en investigación, para dedicarle más recursos al campo de la educación?
"Por un lado, a lo que me refiero en el título del libro. Estamos demasiado obsesionados por el pasado. Para este libro hice un recorrido por China, India, Finlandia, Israel, Singapur, por todos los países que están avanzando tanto en educación, como en ciencia y tecnología. Me dí cuenta de todos están mirando para adelante y no están tan obsesionados por la historia como nosotros. En el libro cuento que cuando llego a Singapur, al cambiar los dólares en el aeropuerto, para tomar un taxi e ir al hotel, veo que los billetes en Singapur, a diferencia de los que tenemos en América Latina y en Estados Unidos, donde tenemos las imágenes de nuestro próceres, ellos tienen la imagen de un profesor con estudiantes y una universidad. Nosotros estamos mirando para atrás, ellos están mirando para adelante. Entonces, un factor es ese, nuestra obsesión por la historia. El otro factor es que nos metimos en el cuento de que nos van a salvar nuestras materias primas y eso podría haber sido cierto en otro siglo, pero hoy día, estamos viviendo en la era de la economía del conocimiento, donde los productos de exportación que más se cotizan no son las materias primas sino los productos del conocimiento. Una empresa como Google, hoy día, vale muchísimo más que el producto bruto de muchos países latinoamericanos. Los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim, Bill Gates, Warren Buffett, ¿qué materia prima trabajan? Ninguna. Entonces, sería el segundo motivo. Y el tercer motivo, yo diría que es el que estamos conformes con nuestros sistemas educativos que están entre los peores del mundo y no tenemos conciencia de lo mal que estamos. Todos estos países asiáticos que recorrí están primeros en el mundo en todos los tests internacionales. Sin embargo, siempre piensan que les falta, que todavía no están bien. Hay una cultura personal, familiar y nacional a favor de la educación que nosotros no tenemos. Entonces en el libro hablo de que en América Latina nos falta un poco de lo que llamo paranoia constructiva: el creer que los otros están mejor que nosotros y tenemos que esforzarnos para superarnos. Hay una encuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que menciono, y dice que el 80 por ciento de los latinoamericanos creemos que nuestros sistemas de educación pública son buenos, a pesar de que salimos en los últimos puestos de las pruebas internacionales. Para avanzar, para mejorar la calidad de nuestra educación, primero tenemos que tener una apreciación real de lo mal que estamos y esa apreciación todavía no la tenemos. Entonces, lo que digo es que en estos países asiáticos hay una dosis saludable de paranoia constructiva que nos falta a nosotros, o sea, querer y saber que a otros les está yendo mejor y eso, usarlo como un mecanismo para esforzarnos a mejorar la calidad de nuestra educación".
De acuerdo con este contexto podríamos concluir que, en países como el nuestro, no se le está dando a la educación la importancia que realmente merece.
"La tesis central del libro es que tenemos que poner a la educación en el centro de nuestra agenda política y eso no lo van hacer los políticos, por más buenos que sean. Colombia en los últimos años ha hecho bien las cosas en materia educativa, pero a pesar de eso la educación todavía no está en el centro de la agenda política. Y una de las tesis principales del libro es que esa solución no va a venir del gobierno por más bueno que sea el gobierno, ni de los políticos. En la parte de atrás del libro está la frase: "la educación es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los gobiernos". ¿Qué quiere decir esto? Que la solución no va a venir de los políticos porque los políticos y los gobiernos piensan en plazos electorales, de cuatro o cinco años, y la inversión en calidad educativa, la inversión en perfeccionamientos de maestros, directores de escuela, es una inversión a 20 años".
¿Y qué hacer para poner la educación en el centro de la agenda política?
"Hace falta crear movimientos ciudadanos, liderados por empresarios, medios de comunicación, educadores, foristas, artistas..., todos. En Brasil, los grandes empresarios se unieron para crear un movimiento de presión al gobierno y a los sindicatos para mejorar la calidad de la educación. Y, a diferencia de la mayoría de nuestros países donde cada gran empresario tiene su fundación por la educación, allí se unieron todos, crearon un movimiento que se llama Todos por la educación e hicieron una campaña pública muy efectiva para, por un lado, presionar a los sindicatos y al Gobierno, y por el otro lado, concientizar a la opinión pública y poner a la educación en el centro de la agenda política.
Y lo hicieron con mucho éxito".