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Es difícil no dejarse tocar de tantas cosa buenas o de tantas bendiciones, porque estoy convencido de que el Redentor derramó todas sus bendiciones para que la Selección de Colombia siguiera rompiendo marcas en Brasil.
Parado de manera imponente en el cerro Corcovado, de donde uno se cree el hombre más poderoso de la tierra por esa energía que se siente y la manera como se domina a todo Río de Janeiro, el Cristo vestido de blanco y con un semblante demasiado serio, se acordó de un país con hambre de gloria, como lo había dicho Jackson Martínez antes del compromiso.
Y con sus brazos abiertos arropó a los fervorosos y creyentes jugadores colombianos para que hicieran realidad un nuevo sueño en el Mundial: avanzar por primera vez a los cuartos de final. Eso gracias a la victoria 2-0 sobre el bicampeón Uruguay, que esta vez no fue capaz de imponer su rico pasado.
"Dios no se queda con nada y a todos nos ayuda", lo dijo previo a la Copa Mundo y esa dosis elevada de fe la escuchó el Creador, representado en Brasil por el Redentor, para que la Selección derrotara a los celestes y se instalara en la tercera fase de la edición 20 del Mundial.
James Rodríguez, ese jugador con cara de niño y talento de crack y a quien su madre Pilar Rubio le enseñó el Padrenuestro para que siempre estuviera protegido, fue el responsable de que Colombia esté entre los ocho mejores del campeonato y propague la fiebre amarilla desde Brasil.
El fantasma del camerunés Roger Milla, responsable de que Colombia no haya avanzado a cuartos en Italia-90, desapareció gracias al derroche de bendiciones que llegaron desde el Cerro Corcovado, donde un ser especial iluminó a Abel Aguilar para un pase magistral de cabeza que generó el gol de la consagración de James Rodríguez, de media vuelta a los 28 minutos.
Con la ayuda de 10 compañeros en el mítico estadio Maracaná, ante 73.804 personas (aunque en 1950 cabían 200.000) y con el empuje de 50.000 compatriotas vestidos de amarillo empujando con oles y olas en las tribunas del templo del fútbol brasileño logró un golazo que le mostró al onceno nacional la ruta de la clasificación a la tercera fase del torneo, privilegio que no se había dado en los cinco mundiales que lleva.
La fe mueve fronteras es lo que dicen las abuelas y este sábado sí que se notó en este coloso estadio, donde los aficionados no querían salirse y le daban gracias al de arriba y miles de jugadores han hecho magia con los pies, porque gracias a que nunca dejaron de creer en lo suyo y a que soportaron 16 años de frustraciones los pibes de José Pekerman están haciendo historia en Brasil.
Para que no quedaran dudas de ellos y el país empezara a soñar con la anhelada paz que se busca hace más de tres décadas, James Rodríguez volvió a ser bendencido a los 49 minutos para que pusiera el 2-0 final que tiene el combinado patrio listo para jugar el 4 de julio con Brasil.
Esto es para no creer y jamás olvidar, con decir que lo repetirían nuestros nietos. Estamos ante la mejor Selección de Colombia de todos los tiempos gracias al talento, la técnica y a la convicción y por eso sumó su cuarta victoria en la Copa Mundo, lleva 12 puntos, está invicta, tiene al mejor jugador del torneo y al goleador: James, el hombre bendecido este sábado.
¡Qué más le podemos pedir a la vida, al fútbol y a Dios!