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7 y 9
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El tema del comercio sexual infantil es de lo más abyecto, ruin y menospreciable de las sociedades de hoy. ¿De qué tipo de adultos estamos rodeados? ¿Qué tipo de enfermos son capaces de obligar o inducir a un menor de edad a tener sexo con ellos? ¿Y qué tipo de humanos depravados los ofrecen "comercialmente" a esos enfermos?
Yo no sé cómo está el tema en otros países, y no es lo que debería preocuparnos, pues no es ningún tipo de "consuelo" decir que eso pasa y en peores dimensiones en otras latitudes.
El problema es el daño emocional y moral que desde ayer se le hizo a muchos de los adultos de hoy, y el que hoy se les está haciendo a los adultos del mañana. Porque el tema deja unas secuelas psicológicas tan profundas en el ser humano que terminan dañando la vida de una sociedad, pues el daño de las partes afecta el conjunto que forman.
Y como es una cuestión que tiene tanto de ancho como de largo y profundo, solo me limitaré a hablar de uno de los aspectos: el ataque a la dignidad humana de un menor que, constreñido en su libertad, es obligado a permitir acciones sobre su cuerpo y su vida que le generarán secuelas dañinas para toda su existencia.
Y como sabemos que la excusa del perverso es que "no importa hacerlo ya, si tarde o temprano alguien lo hará", hay que responderle que el asunto involucra aspectos tan íntimos de la persona que ese "tarde" o "temprano" sí influye, pues se necesita un momento particular, que varía en cada persona y que debe ser, antes que nada, producto de una profunda y consciente decisión individual e íntima.
Uno de los temas morales más profundos es que el cuerpo humano no puede ser usado como "objeto" y menos como "objeto de comercio", porque alberga algo tan sagrado como lo es una persona humana; cuerpo y persona se confunden en uno solo. Comerciar con el cuerpo de otro, que además aún no ha alcanzado la edad suficiente para decidir sobre sí mismo desde la libertad y la responsabilidad, es muestra de una decadencia social y moral que, a pesar de toda la "evolución" de la "civilización", no hemos podido superar.
Este asunto debería estar en el primer renglón de la educación desde la familia, la escuela, el Gobierno y los medios masivos de información, pues no es solamente un asunto de represión policial. Y a proxenetas y "clientes", los deberían someter a tratamientos psicológicos y psiquiátricos, paralelos a los carcelarios.