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Han pasado 18 años desde que un niño afgano de 13 años caminaba rumbo a la escuela, pero nunca llegó. Por nacer y crecer en una zona de guerra, Firoz Ali Alizada se topó con una vía llena de minas antipersonal; una de ellas le cercenó sus piernas y lo enfrentó a la discapacidad.
Ahora camina con dos prótesis, apoyado en un bastón. Sabe qué es sufrir por su cuerpo mutilado, soportar 16 horas de dolor para llegar, desde una zona remota, a un hospital a punto de morir desangrado. Y tras sobrevivir, sentirse aislado y ver arruinada a su familia.
"Una tragedia... mi papá tuvo que gastar todos sus ahorros en la atención médica, después de sufrir la pérdida de un hijo en la guerra civil. La mina me aisló, me obligó a dejar mi hogar, a mis amigos. Sin piernas no podía ir a la escuela ni trabajar", relata Firoz, al recordar el accidente con la trampa explosiva.
Dice que su vida cambió gracias al Tratado Internacional de Prohibición de Minas de 1997, que años después impulsó en Afganistán un plan estatal de asistencia a las miles de víctimas sobrevivientes. "Ese tratado me devolvió el honor y la dignidad".
Firoz no solo recorrió por años el difícil camino de la rehabilitación física y emocional, sino que se convirtió en un activista y trotamundos contra el uso de las minas antipersonal.
Hoy viaja por algunos países que suscribieron el tratado (161 naciones) para asesorarlos como oficial de aplicación de la Campaña Internacional para la Prohibición de Minas Terrestres.
La labor de esta organización mereció el Premio Nobel de la Paz en 1997 en reconocimiento a sus esfuerzos para lograr el tratado contra minas.
Logros y retos de Colombia
En su reciente visita a Medellín, como invitado a la Conferencia Global de Asistencia a Víctimas de Minas Antipersonal y otros Remanentes Explosivos de Guerra, dice que Afganistán y Colombia comparten la tragedia de ser los dos países con más víctimas del mundo.
Por eso se suma al reclamo a las guerrillas para que "cesen el uso indiscriminado de estas armas que el mundo condena y que cada vez más países prohiben porque atentan contra la dignidad humana".
También reconoce que, en medio del conflicto armado, Colombia avanza en sus compromisos de desminado y eliminación de minas convencionales y las bombas racimo, que usaron en el pasado las Fuerzas Militares.
Pero comparte la preocupación de las víctimas de Colombia, de su natal Afganistán, Mozambique, Albania y Camboya por el reto de los Estados y sus sociedades de apoyar con más recursos, leyes y derechos la rehabilitación física, emocional y la reintegración social.
Firoz sabe que "cuando eres discapacitado por minas, más en países en desarrollo, sientes que no vales nada, tienes problemas para capacitarte, ser productivo, formar una familia. Miles de barreras hasta que puedes pararte otra vez en dos piernas".
Es optimista en su causa al confirmar que 161 países ya prohiben el uso de minas y que más de 45 millones de artefactos fueron destruidos. Lo ilusiona que más víctimas vean en él un ejemplo y le ganen la batalla a un flagelo de la guerra.