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El domingo antes de Pascua se celebra el domingo de pasión, tradicionalmente conocido como: Domingo de Ramos. Durante toda esta semana llamada “Santa”, experimentaremos la acción de la gracia, pues, Jesús ofrece su vida también hoy, por nosotros, por nuestra salvación.
Domingo de Ramos porque al entrar en Jerusalén, para su pascua: muerte y resurrección, entra como Rey y Señor, como Salvador. Es aclamado como tal con ramos que se agitan en reconocimiento de su grandeza. Domingo de pasión, porque llega a Jerusalén, para su pasión y muerte; donde concluirá su vida como antesala del regreso al Padre: Domingo de Resurrección.
En el contexto de la liturgia este día y de la Semana Santa, quisiera resaltar dos o tres puntos fundamentales, para nuestra consideración.
• Todo camino a la vida y salvación tiene que ser atravesado, -pasa- por una historia de pasión y de cruz.
• Sólo el hombre (como siervo: humilde y obediente) por amor, puede recorrer este camino de salvación; de pasión y cruz que lleva a la vida y la resurrección.
• El que por amor es capaz de atravesar los linderos del odio, la maldad, la injusticia y la muerte podrá alcanzar como final de su camino la vida, la gloria y la resurrección.
Jesús: siervo-obediente, es el único que tiene un nombre sobre todo nombre en los cielos y la tierra, en todos los tiempos: El Hijo de Dios. Pero no todos escuchamos ni reconocemos en esta historia de su pasión, la voluntad salvífica de Dios.
Esta es la invitación de estos días santos, para un mundo como este, cargado de tantos ruidos (desórdenes e injusticias); tantos ídolos de muerte a los que adora, un mundo en camino de perdición y auto-destrucción. Estemos atentos, porque en estos tiempos, de tanto “ruido” de famosos y poderosos; de los altos perfiles de este mundo, corre mucha soberbia y vanidad, mucho engaño y maldad. Corre poca entrega y generosidad, poca justicia e igualdad, poca vida o salvación.
Confiémonos al Siervo humilde y Obediente de esta semana mayor; de pasión y resurrección, para que un día nuestra humanidad y nuestra historia, nuestra patria y nación vuelva al camino correcto en todos sus proyectos y propuestas; retorne a su capacidad de amor y de cruz; al único camino que en la entrega gratuita y por amor, lleva a la vida y salvación.
Aquel día surgirá de entre nosotros, como de nuestra “vía dolorosa” el “Domingo de Resurrección”. Serán días y tiempos de gozo y consolación. Cuando, por la simplicidad y sencillez; por la entrega de nuestra vida por los otros, a la manera del crucificado y del resucitado; vuelva a tener su presencia, en nuestro medio, el Príncipe de la Paz, aquel que ha sido capaz de cargar definitivamente nuestra cruz, que puede transformar nuestra miseria o maldad, en senderos de vida por amor.