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Hace unos días escuché una entrevista con un experto politólogo peruano haciendo un análisis de las elecciones de este país.
Preguntaba el periodista que cuál era el pronóstico de la segunda vuelta en el enfrentamiento de Ollanta Humala y Keiko Fujimori.
Él respondió que era incierto porque como en Perú no existen partidos estructuralmente organizados, el electorado no obedece ninguna directriz.
Nosotros estamos en la recta final de la inscripción de candidatos de los partidos y movimientos para las elecciones regionales.
Vamos a elegir no solo diputados y concejales, sino gobernadores y alcaldes que manejarán los recursos públicos y orientarán nuestro quehacer durante los próximos cuatro años.
¿Qué vamos a hacer los electores? ¿Tenemos opciones serias?
Lo triste es que también en Colombia se viene presentando el fenómeno de partidos y movimientos que más que encarnar un modo de concebir lo público y de la sincera búsqueda del bien común son, en muchos casos, organizaciones meramente electoreras.
Se ha desdibujado la doctrina, el pensamiento, la ideología que permita diferenciarse. Así, no es posible escoger.
Como en el tango cambalache "vivimos revolcados en un merengue y en un mismo lodo todos manosiaos".
Es lo mismo ser rojo, azul, verde, multicolor, arcoíris o incoloro.
Se convirtieron los partidos en una puerta giratoria por donde entran y salen candidatos de acuerdo, no con sus creencias, sino con sus conveniencias.
Es repugnante, por la falta de carácter y honradez mental, que quien toda la vida fue liberal haga el giro en U.
Es denigrante que quien se confesaba conservador hoy sea patiamarillo.
Peor aún que, quien renegando de su partido en cuya representación recibió cargos y dignidades, vuelva hoy, sin vergüenza, a inscribirse para representarlo. ¡SINVERGÜENZA!
Horroriza el "voltiarepismo" y la indefinición ideológica.
¿Cómo confiar en una persona que cambia de partido como cambia de camisa?
¿Cuál será la honradez de quien traiciona a quienes ayer lo siguieron empuñando unas banderas, viéndole arroparse en otra?
¿Cómo elegir, cómo confiar, cómo entregarle lo público a un "voltiarepas", sin carácter y sin definición?
La política es el más noble ejercicio de las ideas para buscar el bien común.
La politiquería es el cálculo oportunista para buscar el bien propio.
Elegir bien, solo depende de cada uno de nosotros.