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La indisciplina en las aulas de clase va en aumento y una errónea mentalidad proteccionista desembocó en actos permisivos y abusivos.
El precio que estamos pagando por haber renunciado a la disciplina nos está costando muy caro, pues en los colegios se van dando actos que rayan con el vandalismo.
El menoscabo de la autoridad desembocó en faltas de respeto explícitas a los profesores o en indiferencia disimulada.
Lo más cómico de este asunto es que los mismos compañeros se convierten en víctimas del abuso (bullying) y ahora sí los papás exigen al colegio que imponga el orden que ellos mismos denunciaron.
Los niños y los adolescentes llegan hasta los límites que en casa o en el colegio se les señalan. Si no están las fronteras claras, se les hace un daño grande.
Juan Pablo II llamaba a la disciplina con un término más dulce, "el servicio de la autoridad", pero el sentido es el mismo.
O respaldamos la autoridad de los profesores, el respeto, la disciplina y el sentido de responsabilidad o la docencia seguirá en picada, porque además de ser un sector mal pagado, se irá volviendo una actividad poco atractiva y desalentadora. Para los que no estén de acuerdo, les invito a dar clases una semana en un salón de bachillerato y luego hablamos.