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El partido no había comenzado y Ronaldinho ya llevaba dos goles. Desde la mitad de la cancha y como parte del calentamiento, el astro brasileño probó su puntería en el arco norte del Atanasio Girardot y puso a dormir el balón en la red.
Los 43.818 hinchas seguían con la mirada todos sus movimientos, desde que ingresó a la cancha de la mano de uno de los 22 niños que acompañaron a los jugadores de Atlético Nacional y Mineiro.
De entrada y al escuchar su nombres desde las tribunas, el protagonista de la noche levantó una mano y con la otra tocó su pecho en respuesta a los gestos de cariño y admiración de sus admiradores.
Los saludos hicieron que fuera uno de los últimos en llegar a la rueda que armó el Mineiro previo al pitazo inicial, en el que Ronaldinho recibió el balón de Jo y lo entregó a los hombres de atrás, para abrir el duelo copero.
Cada vez que el 10 del equipo visitante iba a cobrar un tiro libre, los flashes de las cámaras y los celulares iluminaban el cielo antioqueño, que anoche se despejó para disfrutar del talento que, por momentos, ofreció el popular Dinho.
Bastaron tres acciones para comprobar su calidad, como al minuto 14 cuando eludió a Alexánder Mejía pasando la pelota de un pie a otro en un giro espectacular. Sus cobros siempre inquietaron al arquero Franco Armani, aunque tuvo pocas posibilidades de hacerlo cerca de la portería verdolaga.
Ronaldinho, la estrella brasileña, regaló 84 minutos de fútbol en Medellín, antes de ser sustituido por Guilherme. El aplauso general de un público agradecido no se hizo esperar. Lo despidieron como merecía, a pesar de su nueva versión, en la que los años empiezan a hacer mella.
El volante que poco corre la cancha, que en la mitad parece un entrenador más al orientar a su equipo, dejó su testimonio de crac, así su equipo se haya ido derrotado por 1-0 con el golazo de Sherman