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7 y 9
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Solo cuando la palabra vale y se respeta, podemos hablar de civilización. Hace un tiempo, los negocios se hacían de palabra, y esta era sagrada. Pero hoy, en medio de esta guerra interminable de nuestro país, hemos visto que las nuevas armas son la de la inteligencia malévola y las palabras destructoras. Vale la pena que reflexionemos sobre las nuevas armas:
Una es conseguir una persona sin ética y que se venda fácil, si es malhechora mejor, para que por dinero, prebendas, inmunidad o disminución de las penas por sus fechorías diga lo que conviene para hundir al enemigo o al opositor, para meterlo en problemas y llevarlo a la cárcel. Lo otro es echar a rodar rumores por los nuevos medios de comunicación que no son sólo los tradicionales de radio, prensa o televisión sino también de Internet, blogs, Youtube, Facebook, Twitter y otros. Medios que todo el mundo puede usar y que como un tsunami propagan el chisme fríamente calculado para hacer mal, como las minas antipersona. Otra es llenar de publicidad los medios poderosos a cambio de noticias que acaben con el enemigo, sin constatar si son verdaderas o falsas pero que en todo caso favorecen al benefactor publicitario. Incluso, se pagan propinas.
Otra arma es la diplomacia que permite que gobiernos y ciudadanos extranjeros se crean los cuentos que parecen de hadas pero que en realidad son de lobos. Como los del Ratón Mickey, que aunque sea tan simpático no deja de ser una rata…
Otra estrategia eficaz es tomar una buena idea, como la paz que todos queremos, y usarla para llegar o sostenerse en el poder y poder acabar con quienes se oponen.
Otro sistema muy creíble pero engañoso es el de la proliferación de los profesores de ética o jueces, que condenan sin preguntar. Poseedores de la verdad revelada, pontifican sobre el bien o el mal. Son infalibles y la única verdad permitida es la propia. Además de condenar, son sordos y ciegos y no aceptan explicaciones o razones.
Incluso el significado de las palabras ha pasado a ser manipulado de tal manera que retenido y secuestrado significan lo mismo o no se sabe qué significan. Y se confunden las palabras víctimas y victimarios, según las conveniencias. O es lo mismo terrorista que combatiente. Son iguales los guerrilleros y los militares. Los secuestros y asesinatos con tortura y los campos de concentración y el reclutamiento de menores son simples errores y no delitos de lesa humanidad.
Hay nuevos soldados sin uniforme que utilizan la palabra para herir, no para matar. O la utilizan para matar, como los falsos testigos pagados por gente de poder para sacar del camino a los posibles fuertes opositores. O para jugar con el enemigo, a ver quién hiere o miente más. Todos ellos mercenarios de la palabra.
La palabra está secuestrada, está violada, está enterrada.
No creerle a nadie, parece ser ahora el mecanismo de defensa que debemos utilizar para sobrevivir.