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Montecarlo tiene un nuevo rey. Es serbio y el español Rafael Nadal jamás olvidará su nombre. Se trata de Novak Djokovic, que ayer dejó por el suelo las aspiraciones con las que llegaba el ibérico de convertirse en el único tenista en ganar nueve veces el mismo torneo.
A Djokovic no le importaron los 46 juegos sin perder que acumulaba Rafa en el principado, ni tampoco los 41 partidos ganados en sets corridos ni mucho menos los más de cuatro millones de dólares que se había embolsillado el español tras su triunfal reinado, y con un tenis contundente le produjo el golpe de estado por 6-2, 7-6 (1).
Y es que todos los imperios tienen su caída. El de Nadal se comenzó a forjar en 2005, año desde cuando el trono de Montecarlo no conocía a otro campeón distinto.
Dicen que para vencer a tus enemigos debes conocerlos bien. Djokovic y Nadal sí que saben de esa estrategia. Han interiorizado sus debilidades y fortalezas, porque con el de ayer son 16 enfrentamientos entre ambos en una final. Cada uno suma ocho triunfos.
Sin embargo, a pesar de la igualdad en esta rivalidad deportiva, la victoria de ayer tiene un sabor especial para Novak, puesto que él reside en el principado y era un anhelo poder ganar ese torneo.
En la rueda de prensa posterior al encuentro hizo énfasis en ese sueño que se transformó en realidad.
"Era una gran montaña a escalar, el desafío más grande en la tierra y tuve éxito. Ha sido un gran momento para mí porque quería el trofeo, lo quería desde que vivo aquí".
Ahora no sólo vive en el principado, sino que reina en él.