¿No hubiera sido más poético que la película se llamara "El hombre del ferrocarril", como lo permitía su título original? ¿Por qué no confiar en la inteligencia del público y dejar de subestimarlo? Así las persona prestarían más atención a esa bellísima primera parte de esta cinta, en la que conocemos a Eric Lomax, un veterano de la Segunda Guerra aficionado a los trenes —se sabe todos los recorridos, conoce la historia de todas las estaciones— que un día, yendo a la reunión de la asociación de veteranos de la Segunda Guerra a la que pertenece, conoce a una mujer hermosa, divorciada, que se convertirá en el sostén para soportar ese "pasado imborrable" que nos machaca la frase escogida por los distribuidores y que se revelará una vez ambos hayan sucumbido al romance y al matrimonio.
Una de dos: o el director, Jonathan Teplitzky, es un fanático de David Lean, o lo son sus guionistas, Frank Cottrell Boyce y Andy Paterson. Porque "Un pasado imborrable", a pesar de estar basada en el libro autobiográfico de Eric Lomax, viene siendo una combinación, probablemente intencional, de dos de las películas más reconocidas del director inglés. Por un lado, "Breve encuentro" (citada incluso por Eric y Patti cuando conversan en el tren), aquella extraordinaria historia de dos extraños que convierten una charla ocasional con el pasajero de al lado en un coqueteo sutil y romántico. Y por el otro, "El puente sobre el río Kwai", ganadora del Óscar a mejor película en 1958, que ocurría en el mismo contexto que padeció Lomax: la construcción de una vía férrea a través de las zonas más inhóspitas de Asia, en la que el ejército japonés esclavizó a sus prisioneros de guerra ingleses.
Sin embargo, como le pasa a su protagonista, que no es capaz de soportar las memorias de aquellos días terribles que lo atacan de vez en cuando, "Un pasado imborrable" flaquea por no decidir a tiempo cuál de los dos caminos recorrer: ¿el retrato íntimo del sufrimiento de esta pareja, que debe enfrentarse juntos a las secuelas mentales que deja cualquier guerra?, ¿o el relato épico y de supervivencia del joven Lomax, presentado a través de flashbacks en los que queda claro que el infierno existe porque lo ha construido el hombre en distintos momentos de su historia? Cualquiera de los dos habría sido un camino interesante y atractivo, pero al escoger ambos, Teplitzky y sus guionistas le restan potencial dramático tanto al uno como al otro. Por eso Nicole Kidman, aun teniendo un papel que parece importante al principio, luce como perdida en una trama en la que termina siendo apenas una excusa.
A pesar de sus flaquezas, la película entretiene porque logra mantener nuestro interés en lo que hará Frank cuando sepa que uno de sus torturadores sigue vivo. ¿Intentará vengarse? ¿Perdonará? La respuesta a este interrogante, en tiempos en que Colombia debe hacerse las mismas preguntas, logra que, por casualidad, la presencia de "Un pasado imborrable" en nuestras carteleras sea más que pertinente.