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En el escenario un graffiti obliga a voltear la cabeza varias veces para poderlo leer. "Sin fondo", dice. Debajo unas escaleras que suben y bajan, en zigzag. Al fondo, al lado de una serie de objetos indefinibles, están los instrumentos de una banda, bien de rock, bien de punk, vaya uno a saber.
Y ahí, en un rectángulo que será un barrio, que podría ser cualquiera de la ciudad, se cuenta una historia "entre tantas, una realidad que pertenece a todos aquellos que diariamente luchan por vivir", explica José Fernando Velásquez, el director de Caja Negra, y también de la obra La Sangre más transparente , que inició temporada ayer en ese teatro.
La realidad que se cuenta pasa por la violencia, pero, y en ello hace hincapié el director, con un carácter reflexivo. Porque si bien la refleja de una manera "cruda y bonita", no se limita a hablar de ese fenómeno y de los jóvenes que se vinculan a él, por alguna circunstancia.
"La obra analiza de una manera bastante profunda el origen de esa violencia y lo circunscribe en las relaciones familiares... ¿por qué es tan fácil que se alimente el problema, si no tiene razón?", añade el actor.
Por eso los textos son precisos, analíticos y muy realistas, tanto que muchos personas se pueden ver reflejadas allí, pero con un análisis sobre el presente. "Porque es su sangre, nuestra sangre, la que continuamente sueña con almas cargadas de amor y no con manos empuñando un arma", escriben en la sinopsis del drama, que tiene un montón de humor negro.
Escrita para hoy
La Sangre más transparente es un reestreno. Caja Negra la presentó durante cinco años, hasta el 2000. Con ella recorrió el departamento y el país, y en una cifra aproximada, la pusieron en escena unas 350 veces.
No obstante, la obra que escribió Henry Díaz y que recibió el Premio Nacional de Literatura en 2002, ha cambiado. Los nuevos actores le ponen su experiencia y también su interpretación del cuento, "porque son jóvenes y hubo que contarles la historia completa", dice José Fernando.
Eso sin contar que en cada situación particular se lee distinto y desde cada persona también cambia el asunto. "El temor que yo tengo es que digan, es lo mismo que se está viendo en la televisión y en el cine, pero es otra cosa. Es otra visión de la realidad, con el lenguaje del teatro", concluye el dramaturgo.
La música suena, porque sin ella la obra no sería lo mismo, ni los barrios serían los mismos. La iluminación es agresiva, con ese estilo de vida, con esa visión estética, de esos lugares donde se inspira La sangre.