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HISTÓRICO
El diablo hizo vibrar a Riosucio
  • El diablo hizo vibrar a Riosucio | FOTO Edwin Bustamante
    El diablo hizo vibrar a Riosucio | FOTO Edwin Bustamante
Por MÓNICA QUINTERO RESTREPO | Publicado

De rojo y fortachón, con la barba muy arreglada y el pelo largo, recogido en una moña. Con un libro y con el himno del Carnaval en una mano y su infaltable tridente en la otra. Con la mirada que alumbra, la boca que se abre y cierra, la cabeza que va a un lado y vuelve al otro mientras saluda. El diablo, "su majestad", apareció sentado en su trono y recorrió despacio (muy despacio) algunas de las calles de su pueblo amado: Riosucio.

El salve salve placer de la vida, que suena cuantas veces pueda, que se salta cuantas veces se escucha, recibió a ese de casi cuatro metros, tras dos años de ausencia. A la medianoche, ya terminando el sábado y muy en punto, después de un desfile que empezó a las 7:00 p.m., se escuchó el saludo, el "por fin has regresado", que le dijo el presidente de la Junta, Otilio Velásquez. Esta vez dejó la flauta del carnaval pasado y llegó, como lo expresó Enrique Sánchez, coordinador de matachines, "transformado en literato". Bien lo explicó Gonzalo Díaz, el escultor. "Este Diablo viene revestido de cultura".

Un literato que, además, le hace homenaje al himno, que cumple cien años de haberse escrito y adoptado: "(…) Salve salve sin par carnaval, de Riosucio la tierra querida, eres timbre de gloria inmortal".

Entonces resonaron la risa y la voz del diablo. "Esta noche majestuosa ensancha mi corazón y me llena de emoción esta gente fabulosa. Este mi Riosucio amado".

Luego habló de política, de la fiesta, del pueblo, del comportamiento y hasta de los que lo han criticado. "Hoy yo quiero conciliar con todos los criticones, para que dejen de hablar".

Don Sata llegó a Riosucio a cuidar que la fiesta sea en paz, se disfrute, se goce. En una de las plazas sigue vigilante, emocionante. Dejando que las fotos lleguen. "Este momento es el clímax –señala Enrique-, porque es el rey de la fiesta, el que la preside, aunque no es la razón de ser del carnaval, porque la razón son las cuadrillas, pero este símbolo, como directivo, impacta por la volumetría, las formas, el contexto, la espera".

La emoción se siente en la voz, en el canto. Lo esperan los riosuceños, lo esperan los que repiten carnaval, lo esperan los foráneos que llegan por primera vez. "A mí me pareció muy bacano, muy bien hecho, los detalles de los músculos, la cara, el pelo. La espalda, la cola. Muy bien hecho", dice Mauricio Padilla, un visitante, un primíparo en el Carnaval.

Un diablo de detalles: el collar, la cola, las aretas, las alas negras, los cachos, el calabazo. Un diablo tradicional, muy parecido a los que hace Gonzalo. Entonces se rió por una última vez en la noche. Se quedó en la plaza. Ayer había que escuchar a las cuadrillas.

La razón de la fiesta
Los zapatos no tallan. Los tocados no pesan. La mirella no pica. Han sido dos años de espera y un montón de trabajo para transformarse: el disfraz es esa posibilidad de ser otros. Con él puesto son los hijos del sol, lobos con piel de cordero, un diablo que hace hostias.

Por eso, dos horas de desfile bajo el mono de arriba (porque pocas veces no ha hecho un sol esplendoroso un domingo de cuadrillas) y más de ocho horas cantando, de casa en casa, solo se conjugan en el éxtasis, y también en el olvido de los callos por pegar lentejuelas, las últimas horas cosiendo vestidos e intentando que la máscara no talle.

Las cuadrillas se prepararon durante dos años. Los grupos se reunieron a conversar del tema, del disfraz y de las canciones. La última semana se les escuchó en varios lugares, ensayando. Porque después de recorrer las principales calles del pueblo salen, de casa en casa, de tablado en tablado, cantando canciones conocidas a las que les han cambiado el mensaje.

"Yo compuse algunas de las letras de mi cuadrilla. A mí me anima que es la oportunidad de decir en ellas muchas cosas que son situaciones del país, en donde puede uno poner una posición crítica: podés rebelarte, opinar, cuestionar. En esta hablamos de Merlano, de los Nule, de las prepago. De muchos sucesos que se dieron durante el año", explica Ana María Vargas, sobre la cuadrilla Patas Arriba, propuesta de este año de los Vargas, una de las familias tradicionales.

En las letras los cuadrilleros, ayer, hablaron de política, de la farándula, del pueblo, de la naturaleza. Es un llamado crítico, reflexivo, que no faltó en esta edición del Carnaval. De todas maneras, añade Ana María, "es la oportunidad de poner a la gente a pensar sobre esas cosas que pasaron en el país".

Un verso que se les escuchó (con música de La Plata): "Si usted es candidato pa’ las elecciones/ ya no se preocupe que la trampa gana/ porque cuando cuentan votos y no alcanza/ apagan las luces y otro es el que gana". Otro más: "Hambriento el congreso, pobre viejecito/ el sueldo de Corzo no da pa un galón./ Furibe se agarra con Santos y araña, con Twitter a trinos el poder perdió".

El de ayer fue un día carnavalero: por todas partes se escucharon las cuadrillas. Por todas partes se veía a los cuadrilleros caminar con sus disfraces. Llevar a cuestas esa tradición, que para algunos es de amigos, para otros es de familia.

"Nuestros padres, desde nuestro abuelo, que yo recuerde, fue carnavalero y sembró esa semilla en la familia. Mi padre fue compositor, poeta, decretero y uno desde niño, viendo toda esta alegría, todo este carnaval, se contagia", señala Rommel Vargas, papá de Ana María y quien ayer fungió de diablo haciendo hostias en Patas Arriba.

Una tradición que empieza desde pequeños. Solo el viernes las cuadrillas infantiles salieron a desfilar, igual que los grandes ayer, a mostrar que ya se iniciaron en el Carnaval y que, tal vez, de ahí no los saquen. Valentina Carvajal, por ejemplo, tiene 11 años, ha estado desde los 5 años en cuadrillas y cuando se quitó el disfraz el viernes, ya estaba preguntando cuál sería la del próximo Carnaval.

Las cuadrillas son, expresa Enrique, la máxima expresión de la fiesta. Su razón de ser. Eso se nota en los disfraces. Estela Morales cosió lentejuelas y canutillos y todo lo que se le parezca, durante un año y dos meses. Los disfraces de ella y su esposo, Ramiro Morales, para la cuadrilla que trajeron desde Cali. Una de las más brillantes y lujosas: Los hijos del sol.

Los Vargas otra vez, en el discurso: "¡Oh gran satán del Carnaval… Si Patas Arriba está este mal, enderézanos a todos para que gocemos indolentes la eternidad".

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