Una mina antipersonal se atravesó en el camino de su machete mientras desyerbaba un lote en Valdivia. Ese 15 de mayo de 2005 la explosión le destrozó las dos manos y cegó para siempre los ojos del campesino de 25 años. Más allá de su discapacidad, su lucha hoy es contra la discriminación y la falta de oportunidades.
Así fue como Oscar Darío Arias se convirtió en una de los 6.163 víctimas que sobrevivieron al accidente con una mina antipersonal en Colombia en los últimos 20 años (el país más afectado en el mundo), según las cifras del Programa Presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal.
Del día del accidente recuerda que, a pesar de la gravedad de sus heridas, siempre estuvo consciente. "Yo estaba rociando maleza cuando le di a la mina. La explosión me tiró lejos y el resplandor me dañó las vistas. Cuando trate de pararme me di cuenta de tenía destrozadas las muñecas, que luego me amputaron".
Aunque fue afortunado al no perder la vida como otras 1.782 personas desde 1990 hasta julio de este año, su vida cambió de la noche a la mañana. Al perder sus manos y su vista, entrenadas para la agricultura, ya no fue más un campesino. La mujer con la que vivía en ese momento lo abandonó poco después del accidente.
Desde entonces se enfrenta al drama de ser una víctima de la violencia y, al mismo tiempo, un discapacitado, en un país donde las oportunidades para esta población son pocas y sus derechos no se cumplen.
La semana pasada, junto a otras personas que integran la Asociación Colombiana de Sobrevivientes de Minas Antipersonal, Oscar asistió al seminario internacional de asistencia a víctimas de estos artefactos, usados de manera indiscriminada por los grupos armados ilegales.
Allí escuchó a expertos nacionales y extranjeros en atención a víctimas de minas, discutir sobre sus derechos y la necesidad de que Colombia realice ajustes a su modelo de asistencia, basado en una oferta institucional de servicios, en procura de políticas públicas que brinden oportunidades y eviten la discriminación.
"Deben pasar de ser víctimas discapacitadas a ciudadanos con derechos (salud, educación, atención sicosocial para la víctima y su familia, rehabilitación), hasta lograr su reintegración social y económica", indicó en su conferencia Wanda Muñoz, especialista internacional en asistencia a víctimas.
Presente allí en Plaza Mayor, Oscar recordó la ocasión en la que solicitó un crédito en una cooperativa financiera para poner un almacén. "Me lo negaron al instante, con el simple argumento de que no habían manejado un caso como el mío. Ahí uno se da cuenta que se habla de derechos, pero la realidad es otra", relató.
Otra puerta que siente que se le ha cerrado, ha sido la educación. Su sueño es estudiar sicología, pero no ha podido ingresar a la universidad. "Muchos queremos estudiar carreras universitarias y no tenemos ese derecho y tampoco recursos, porque las oportunidades laborales no existen. Las víctimas de minas no queremos lástima ni ayudas, sino oportunidades para demostrar que aunque perdimos alguna facultad, somos capaces".
De víctimas a empresarios
La discriminación, vulneración de derechos y la falta de oportunidades animaron a Óscar y a un grupo de 16 víctimas de minas antipersonal a sacar adelante su propia empresa de productos cosméticos y de aseo. Todos pertenecen a la Asociación Colombiana de Sobrevivientes de Minas Antipersonal.
Con una capacitación del Sena aprendieron a fabricar desinfectantes, limpiavidrios, crema lavalosa y usar plantas y productos naturales para elaborar champú y jabones líquidos.
En esta labor llevan los últimos seis meses. Como ya es costumbre, no ha sido fácil y algunos han desistido al no ver resultados. A falta de una sede propia y maquinaria, han deambulado de casa en casa con baldes en mano para mezclar los insumos.
Esa ha sido la tarea de Orlando de Jesús Guarín, otra víctima de las minas antipersonal sembradas en Antioquia por los grupos ilegales. El 25 de agosto de 2005, mientras buscaba en la vereda Palomas de Valdivia a su hijo, asesinado por las Farc un día antes, pisó una mina. Orlando casi muere desangrado porque las demás personas que lo acompañaban temían ir en su ayuda por miedo a que hubiera otras minas sembradas. Se salvó, pero perdió su pierna izquierda.
Su rehabilitación ha sido difícil. "Perdí un hijo y una pierda por la violencia... tenía una legumbrería y no pude trabajar más porque sufro del síndrome de miembro fantasma (dolor en la pierna amputada) y es muy doloroso".
Orlando también reclama una asistencia integral. "Uno como víctima de mina se siente aislado y lo coge la depresión, muchos pierden las ganas de vivir".
Ahora él ve en el proyecto de empresa una alternativa laboral y de inclusión social. "Nos toca muy duro porque no tenemos recursos para comprar los insumos, ni un sitio para trabajar ni la maquina mezcladora. Hace poco nos pidieron como mil muestras, pero no teníamos como hacerlas y perdimos ese negocio".
Pero ellos no se rinden y buscan oportunidades y aguardan por sus derechos.