<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
El dolor de los niños que se pierden en la guerra
  • Cortesía | En la fotografía, extraída de un video obtenido en exclusiva por EL COLOMBIANO, se evidencia el reclutamiento de menores de edad. Las niñas fueron grabadas en un campamento guerrillero en las selvas del norte de Antioquia. Algunas de ellas no alcanzan los 14 años. En la foto, su primera instrucción militar.
    Cortesía | En la fotografía, extraída de un video obtenido en exclusiva por EL COLOMBIANO, se evidencia el reclutamiento de menores de edad. Las niñas fueron grabadas en un campamento guerrillero en las selvas del norte de Antioquia. Algunas de ellas no alcanzan los 14 años. En la foto, su primera instrucción militar.
Javier Alexánder Macías | Publicado

La mirada vacía de la fotografía que reposa en la pared de su cuarto, blanqueado con cal, no brinda consuelo a Lucila por la ausencia de su hija Olga Janeth. Por el contrario, a veces le oprime el alma y entonces las lágrimas casi extintas por la distancia y el tiempo terminan por anegarle los recuerdos.

Hace ocho años, cuando en las calles de San Francisco (Oriente antioqueño) el dios y la ley era el Eln, Lucila Zuleta perdió a su hija Olga Janeth Caro Zuleta por los caprichos de alias "Boina", uno de los comandantes del frente Carlos Alirio Buitrago.

Lucila recuerda aquel 9 abril de 2002, "cuando más de 30 guerrilleros rodearon la casa y se llevaron en pijama a sus cuatro hijas, acusándolas de haber delatado a una señora a la que la Policía le encontró armas y municiones en la vivienda".

"Nos retuvieron por ocho días. Luego nos dijeron que nos podíamos ir pero que Olga, de 17 años, se tenía que quedar para investigarla. No queríamos dejarla, pero ellos nos advirtieron que si no nos íbamos nos dejaban con ella. Entonces tuvimos que dejarla, porque dijeron que pronto la dejarían salir", recuerda su hermana Johana.

La promesa de la salida de Olga nunca se cumplió, y la niña se hizo mujer en las filas del Eln, obligada, según sus familiares, por "Boina".

Los "pequeños" en la guerra
Olga fue reclutada a la fuerza. Su madre no puede olvidar los ruegos maternos al comandante alias "Calay" para que dejara ir a su hija. No puede olvidar cuando en sus viajes vio a su pequeña cargar pesados costales o sembrar maíz y yuca.

"Ellos decían que ella estaba ahí porque quería, porque se había enamorado de un guerrillero, pero eso era mentira, yo sabía que no era así", dice Lucila.

El reclutamiento de menores para las guerrillas ha sido una constante. Inteligencia militar afirma que la insurgencia busca a los niños porque son más rentables, es decir, "comen menos, desgastan menos uniformes y se adaptan más fácil a cualquier terreno".

Estudios de Unicef y Human Right Watch, registran que la mayoría de jóvenes reclutados son menores de 15 años, y según fuentes militares, los frentes de las Farc que más niños buscan y tienen en sus filas son los 34, 39 y 44.

Aunque no hay cifras exactas de niños reclutados, el informe presentado en febrero por Naciones Unidas, a través de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Colombia, denuncia que "en un contexto social difícil de pobreza y falta de oportunidades, las Farc y el Eln continuaron reclutando niños". El documento insiste en exigir a los grupos guerrilleros que cesen inmediatamente de reclutar niños y que desvinculen a los que permanecen en sus filas.

Esta exigencia, hecha varias veces por el Gobierno y otras organizaciones de Derechos Humanos no ha tenido eco en los grupos insurgentes, por el contrario, estas prácticas continúan en varios municipios del país.

Luz Dary Valencia, vocera de la Mesa Departamental de Víctimas, cuenta que se conocen situaciones de reclutamiento "sobre todo en los municipios más alejados de Medellín, donde algunos campesinos dicen que la guerrilla ha reclutado a sus familiares en poblaciones como Argelia y Nariño".

El alcalde de Urrao, Luis Ernesto Vélez Madrid, afirma que en la zona selvática de este municipio, cerca a Vigía del Fuerte y Murindó (Chocó), se presentan reclutamientos por las Farc. Y el líder indígena Miguel Carupia, dice que viene "sonando el reclutamiento de jóvenes indígenas entre el corredor Dabeiba, Frontino y Murindó. "Algunos lo hacen por obligación, otros por necesidades y otros por que les gustó", comenta Carupia.

El analista político León Valencia, asegura que con el reclutamiento de menores, "la guerrilla busca reponer combatientes y éstos no son muy reacios. Muchos se vinculan fácilmente a la guerra. Donde no hay presencia del Estado, los menores ven a las guerrillas como modelos y se convierten en un fuente para obtener un trabajo".

Valencia dice que los menores pueden ser reclutados para otro tipo de trabajos que no es precisamente combatir, sino servir de inteligencia o como informantes.

Inteligencia militar asegura que en los grupos guerrilleros se han encontrado hasta niños de seis años utilizados para cargar armas, llevar explosivos e, incluso, sembrar minas antipersonales.

Los dolores de la guerra
La semana en la que el Eln se llevó a su hija ha sido la más dura para Lucila. Esos días duelen en lo profundo de su alma porque los "elenos", mataron, además, a su hijo Elkin de Jesús y cuando venían del entierro, asesinaron a su esposo Abelardo Caro.

"Ellos no tienen alma. Me quitaron más de la mitad de mi vida. Eso nunca podré olvidarlo", dice Lucila, con las palabras quebradas por los malos recuerdos.

Fuentes militares afirman que la vida en las filas de la guerrilla no es fácil. Después de reclutados, los menores no pueden visitar o comunicarse con sus padres o familiares, y para hacerlo, tienen que pedir un permiso que la mayoría de veces les es negado.

"No los dejan hablar con sus familiares por años, por lo que creen que están muertos. Esto los lleva a desertar", dice un investigador del Ejército.

Eso parece ser lo que le pasó a Olga Janeth. Ocho años después su madre no sabe nada de ella. Lo último que supo es que su hija trató de escaparse con otra nieta, también reclutada por hablar con los policías, y que ambas perecieron bajo las balas del Eln. Eso es lo que más le duele a Lucila, sobre todo cuando ve la mirada vacía de su hija en la fotografía que pende de las paredes blanqueadas de su cuarto.

x