viernes
7 y 9
7 y 9
Uno de los temas recurrentes en la política colombiana es qué tanto Estado tenemos, qué problemas hemos tenido en la formación de ese Estado y, claro, qué Estado queremos.
A pesar de la desconfianza de muchos y muy importantes politólogos, el tema del Estado es importante entre nosotros.
Lo primero que habría que aclarar en las efemérides del Bicentenario es que no estamos hablando de 200 años del Estado colombiano, ni siquiera del nombre propio de Colombia. La Independencia fue un proceso continental, mal atribuido después, a lo que hoy son los países latinoamericanos. Hace 200 años decidimos dejar de ser españoles sin que se consolidara todavía una idea de qué queríamos ser. En este sentido, los próceres y los procesos de la independencia pertenecen a la prehistoria de Colombia, antes que a su historia propiamente dicha.
Dicho esto, ¿cuáles son los momentos claves en la constitución del Estado colombiano? En nuestro origen está la disolución de la Gran Colombia en 1830 y, con ello, la búsqueda de una personalidad política y social para el nuevo país que emergía, casi como el resultado de las sustracciones ecuatoriana y venezolana. Feroces luchas políticas se tradujeron en guerras civiles que nos mantuvieron en una estable indefinición por más de medio siglo.
Un momento clave de la construcción del Estado colombiano es el proyecto de la Regeneración -que empieza en 1885 y no termina sino 20 años y tres guerras civiles después- que permite la consolidación de la Carta Política de 1886 y coincide con la separación de Panamá, y los gobiernos de Rafael Reyes y Carlos E. Restrepo, que propiciaron la estabilización y modernización del país. Tras la guerra de mitad de siglo, conocida malamente como "La violencia", vino otro impulso estatal con la creación del Frente Nacional.
Sin embargo, cuando se proclamó la Constitución de 1991, el país seguía teniendo un Estado relativamente débil porque: 1) No había un control efectivo del territorio; de hecho en los años siguientes guerrillas y paramilitares empezaron a disputar seriamente la soberanía. 2) La tasa de tributación del país, 7,8 según la Cepal, era la mitad de la chilena, casi un tercio de la brasileña y una de las cuatro más bajas del continente. 3) Teníamos el índice más bajo de derechos políticos y sociales entre los seis principales países de Suramérica, según Freedom House.
La Constitución de 1991 desató procesos que después permitieron mejorar los índices de democracia electoral, desarrollo humano y derechos humanos del país y duplicar el índice de tributación, todas señales de existencia de más Estado y, especialmente, de más democracia y un poco más de Estado social. Pero no puede olvidarse que el control territorial y el afianzamiento de la institucionalidad básica del Estado (seguridad y justicia) es una cosa tan nueva como decir que empieza a ser posible sólo desde 2005.
Visto en retrospectiva, hemos tenido un proceso de construcción de Estado espasmódico, a cuentagotas, constantemente amenazado por las fuerzas disolventes del regionalismo, la cultura de ilegalidad, el individualismo y la prevalencia del interés particular, el rentismo y la depredación de los bienes públicos.
Ha de mirarse la comunidad política como objeto preciado de la labor pública, so pena de seguir dando palos de ciego en el fortalecimiento de las instituciones que nos son imprescindibles.