viernes
7 y 9
7 y 9
"En la lomita de la portería de la avenida del Ferrocarril, los encapuchados lanzaban papas bomba y nosotros, gases. Con la cortina de humo que se creó en el desorden, no nos quedó más que esperar parados, hasta que entre la nube vi una sombra, algo me golpeó la rodilla y ¡bluuum!, de una me mochó el pie".
El testimonio, que parece de una guerra, es del patrullero del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía, Uriel Andrés Rincón Muñetón, a quien le amputaron la pierna derecha tras el impacto que sufrió la tarde del miércoles 18 de abril, cuando unos 80 encapuchados protestaron en la Universidad de Antioquia. Según trascendió, por motivos políticos y por la reelección del rector Alberto Uribe.
Dos meses después, sentado en la sala de su casa, en el Popular Dos, el policía de 26 años luce tan tranquilo y sonriente, que sería difícil creer que aquellos disturbios le arrebataron la posibilidad de correr con sus dos niños, de jugar fútbol como sus ídolos de Nacional y de montar en moto con Leidy Johana Jiménez , su novia.
Denunció el atentado en la Fiscalía, pero aún no hay nadie judicializado. "Nada se esconde para siempre; tarde o temprano se sabrá quién fue". Sin embargo, sereno, dice que perdona a su agresor.
Sueña con formar un hogar con Leidy, disfrutar con sus hijos y estudiar Ingeniería Mecánica en la UPB o Eafit, mediante una beca de la Policía.
Aquel día, todo el tiempo estuvo consciente. "No vi el objeto que me impactó; pudo haber sido un petardo. Demás que la pierna quedó entre la bota".
Al final de esa semana, un técnico antiexplosivos de la Sijín reveló que el patrullero habría sido atacado con un extintor bomba cargado con metralla y accionado a distancia.
"La onda me alzó y me luxé el hombro derecho. Eso era lo que más me dolía porque la pierna la sentía encalambrada. Al minuto sentí que me bajaba la sangre pero no me subía. Una niña de la Universidad me hizo un torniquete en la rodilla y la sangre volvió a subir".
El Chivo, como lo llaman sus compañeros, relata que, mientras estuvo en el piso, los encapuchados siguieron tirando piedras y papas bomba, por lo que el Esmad despejó la zona, lo protegió y, luego de sortear obstáculos, la ambulancia por fin pudo entrar, lo recogió y lo llevó a la Clínica León XIII, donde lo atendieron.
Tras nueve días allí, comenzó la recuperación. El apoyo de su familia y de su institución ha sido fundamental para superar el amargo trance. Tres veces por semana visita la Clínica de la Policía, en Envigado, para recibir terapias físicas y emocionales.
Llegar a dominar las muletas fue difícil "porque es caminar con las manos". Pero lo más duro fue contarles a sus hijos que había perdido la pierna. A Matías, de tres años, le dijo que no se preocupara, que le volvería a crecer. En cambio a Karen, de seis, sí le tuvo que contar la verdad.
"El niño me imita y yo juego con él, pero la niña ha necesitado ayuda sicológica. Me dibujaba con los dos pies, pero desde hace poco lo empezó a hacer con uno solo".
En siete años como miembro del Esmad ha intervenido en manifestaciones de los indígenas del norte del Cauca, en disturbios de desplazados del Bajo Cauca y en muchos de las universidades públicas.
Eso sí, de las protestas de la U. de A. no recuerda una con tantos encapuchados como la de aquella tarde cuando, después de comerse solo cinco cucharadas de sopa, recibió una llamada, fue a cumplir su deber y encontró la tragedia.