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Argentino!, no sabés la alegría que diste. Ni te imaginás, cuando te paraste en esa línea, cuando te volviste un gato, lo que generaste en la hinchada de Atlético Nacional. Sacaste el corazón de las bocas, creaste una alegría desbordante. Hiciste una fiesta que generará una felicidad que verás por semanas en la afición verde.
Fueron 93 minutos en que pusiste a la gente a pararse en la tribuna. Para las 45.066 personas, las ganas de alentar y ser el jugador 12 se ahogaban en esa ansiedad que entumía y que no dejaba, ni siquiera, musitar un "vamos verde". Y eso que Equidad había traído los malos recuerdos de la final perdida con Junior hace seis años, con ese desenlace que ya sabía amargo.
La historia se repetía. Con la fiesta montada, un gigantón mandaba la agonía a los penaltis. Esa vez fue Wálter Ribonetto, ese argentino desconocido del Junior. Esta vez fue Roberto Polo, otro de la Costa, que aguó la fiesta. Pero vos, Gastón Fernando Pezzuti quisiste que los libros dijeran otra historia. Vos sos más grande. Vos y tus guantes.
Para muchos, ese padecimiento comenzó temprano. Vos no sabías, pero Mauricio González ni siquiera pudo dormir, porque los nervios le alejaron el poco sueño. "Ni una sola hora y a las 6:00 a.m. ya estaba en pie. No pegué los ojos pero no estoy cansado", dijo, que desde las 11:00 estaba dando tumbos por el Obelisco.
Mas temprano llegaron los primos Ramírez, los primeros en la fila para el ingreso en el costado occidental. Antes de las 10:00 estaban en medio del sol de la mañana. "Había que llegar primero, hay que coger buen puesto", sostuvo Carlos Mario, a quien le preocupó poco que faltaran ocho horas y media para ver rodar el balón. "Eso con rumba y Nacional campeón se va rapidito", explicaba su prima Ana María, la primera que entró en los anillos de seguridad.
Las lágrimas rodaron por vos. Esas voces quebradas no podían más. En la tribuna, pasaste de humano al Olimpo. "Gastón, sos un dios. Sos grande, no te vayás nunca de nuestro verde", le decía Santiago Cardona, mientras se cubría el rostro con las manos y se fregaba los ojos para saber si era cierto. Sí, Gastón es capaz de hacer historia.