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HISTÓRICO
ESTACIONES DEL AMOR DANTESCO
  • ESTACIONES DEL AMOR DANTESCO |
    ESTACIONES DEL AMOR DANTESCO |
Por ARTURO GUERRERO | Publicado

En su Estudio preliminar a la edición de "La divina comedia", de Dante, para los clásicos Jackson, Jorge Luis Borges recapitula que Beatriz se burló de su enamorado y lo desairó, hasta que la muerte de ella frustró la adoración idolátrica de él. Plantea que Dante escribió su triple poema para jugar "con la ficción de encontrarla".

Resume así el nudo de tragedia: "infinitamente existió Beatriz para Dante; Dante, muy poco, tal vez nada, para Beatriz". Pasión, rechazo, muerte, ficción: estas son las estaciones del amor desdeñado, experimentadas por el autor florentino a comienzos del XIV.

¿Difiere este cuadro romántico del modo del amor contemporáneo? Hay que examinar por partes. El impulso atractivo del comienzo es igualmente irresistible. Quizá es la etapa más biológica de las cuatro mencionadas, ya que la muerte prematura de Beatriz es contingencia física que no opaca su cara de metáfora.

La flecha pasional es implacable, como lo es el ímpetu con que viene al mundo toda nueva criatura humana. Cada recién nacido es creación del universo de la nada. Es una inmortalidad que triunfa sobre las mil guerras de sus padres y abuelos. Igual es el amor a primera herida: espina de Adán que crea a Eva desde su costilla y su cerebro.

El rechazo, en cambio, es dignidad hoy perdida en el océano de melancolía que es el hombre. En su lugar se ha instalado el interés. Ellas y ellos no quieren restar, necesitan sumar en la lista eterna de sucedáneos de la soledad. El desdén es escaso, pues la vida se volvió acumulación de fuerzas para contrarrestar los fracasos. Cada gramo de querencia, así, es apreciado a pesar de su futilidad.

La muerte de Beatriz es tajo irreparable. Es el supremo argumento contra el falso poderío del hombre. La actualidad está edificada sobre premisa contraria. Tecnología, dinero, poder, fama, se ven como botines alcanzables puesto que ningún medio es vedado con tal de coronar sus mieles. Y con estas mieles el individuo es más que un dios arbitrando vida y muerte. Hoy no moriría Beatriz.

La última fase del amor dantesco, la ficción que consigue recuperar como visión sublime a la amada, es cada vez más escasa. No porque no surjan poetas poderosos, sino porque sus lectores se encogen hasta arrinconarse en minorías extraterrestres. Amputados de imaginación, desfallecen pasión, rechazo, muerte y ficción.

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