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HISTÓRICO
Expertas en emergencias
  • Expertas en emergencias | María Clara (izq.), Ángela (centro) y Marta saben que el San Vicente las formó por la condición de sus pacientes. FOTOS JULIO C. HERRERA
    Expertas en emergencias | María Clara (izq.), Ángela (centro) y Marta saben que el San Vicente las formó por la condición de sus pacientes. FOTOS JULIO C. HERRERA
Por Juan David Montoya | Publicado

Todas dicen que no hacen más que cumplir con su trabajo, pero cuando este consiste en salvar vidas la modestia vale poco. De hecho, pocos también son los que, como ellas, pueden perder la cuenta del número de personas a las que le han salvado la vida.

"No las he contado", afirma María Clara Mendoza, médica especializada en cirugía general. A renglón seguido subraya que aquello de retrasar el inevitable arribo de la muerte no es una obra de ella, sino de un equipo completo.

De él también hace parte Ángela María Lopera , una joven médica que por nada del mundo cambiaría la adrenalina de una sala de urgencias por la monotonía de un consultorio.

El trabajo de estas doctoras es salvar vidas; desde otro ángulo, el de la trabajadora social Marta Lucía Arenas también. Las tres hacen parte de la familia del Hospital San Vicente, un hogar "de puertas abiertas" donde abundan los héroes anónimos.

Jugando a la doctora
Ángela María opera desde que era niña. A veces la salud del paciente se agravaba y era necesario pasarlo al quirófano. Para ella, su hermano era un niño muy enfermo. O por lo menos así parecía pues Juan Pablo Lopera pasó incontables veces por el consultorio imaginario de su hermana.

De esos juegos en los que solía preguntar síntomas, emitir los más cándidos diagnósticos y recetar medicinas sin vademécum, Ángela pasó a interesarse por la botánica.

Estudió por un tiempo los secretos de los árboles, hasta que el rompecabezas de su vida se armó por el lado de la medicina. "Los seres humanos son más complejos que las plantas", dice.

Su sueño siempre fue trabajar en el Hospital San Vicente. Como estudiante de la Universidad de Antioquia sabe que allí encuentra caras amigas, maestros que admira, esos retos que tanto le llaman la atención: esos pacientes con enfermedades complejas.

De sus días como estudiante de ingeniería forestal le quedó una conciencia ambiental amplia. Sin embargo está segura de que no hay como trabajar en la Policlínica donde aprendió el oficio milenario de curar. "Aquí soy más útil, más feliz", dice.

De tal palo tal astilla
Otra vocación que se formó desde la infancia, o tal vez antes de nacer, es la de María Clara Mendoza Arango . Recién salida del quirófano, a unos pocos metros del consultorio que por años frecuentó su padre, cuenta que acostumbraba venir al hospital para traerle algo de comer.

"¡Imagínate yo de siete años cargando una lonchera para llevársela a mi papá que estaba de turno!", dice emocionada, evocando un recuerdo que le hace soltar unas cuantas lágrimas.

Por continuar su legado en el hospital de referencia de la región, hoy María Clara es el orgullo de su papá, maestro de cirugía, y su madre, quien trabajó en el área de obstetricia del San Vicente.

"Este afecto para el hospital viene porque soy hija de cirujano e instrumentadora -cuenta-. Soy médica de la de Antioquia y aprendí a operar aquí, aprendí a suturar aquí. ¡Yo adoro este hospital!" También siguiendo los pasos de su padre, Mendoza Arango es ahora docente.

Aunque prefiere atender las cirugías que requieren más planeación y buen pulso, su especialización en trauma la mantiene como uno de los pilares en la sala de urgencias.

Allí el ritmo es vertiginoso. "Hay que hacer las cosas ya", explica. "Es como automático. Cuando un paciente va para cirugía, todo el mundo corre, pasa la camilla, se mete a cirugía, se empieza a operar mientras todavía se está anestesiando".

Sin duda la Policlínica del San Vicente de Paúl es la sala de urgencias de Antioquia que atiende el mayor número de pacientes y los más complejos.

Accidentes de tránsito, infartados, abaleados, apuñalados... La lista de urgencias vitales es larga. "Cuando esos pacientes sobreviven es una sensación que no se puede explicar", dice.

Remedio social
En un hospital no solo médicos salvan vidas. Un acercamiento a la obra del equipo de trabajo social del hospital así lo demuestra. ¿Cómo salvarle la vida a un habitante de la región más pobre y alejada, donde no hay oncólogos ni se sabe muy bien qué es un oncólogo, que sufre cáncer?

La respuesta de Marta Lucía Arenas y su equipo es creatividad, aprovechar al máximo los recursos y continuar con ese legado que dio origen, hace poco menos de 100 años al hospital grande de Antioquia.

Ella es una mujer de hierro con voz dulce. El temple es para ponerle el pecho a la cruda realidad de un hospital que de todos los pacientes que recibe, según sus cálculos, un 78 por ciento de personas es bastante pobre. El lado dulce es para humanizar la medicina.

A los pacientes que viajan a la capital antioqueña sin un peso, el hospital les entrega recursos para cubrir los gastos en que incurran durante su estadía.

Entre las labores de Marta Lucía está encontrar albergues, despertar la solidaridad, buscar parientes en toda Antioquia, traducir la jerga médica a otros lenguajes menos abstractos, contarle a la gente que la salud no es un regalo.

"Mi deber es decirle a la gente cómo acceder a sus derechos", dice. Con un sistema mediado en gran medida por los tribunales, este acompañamiento marca diferencia.

Estar cerca de la gente en un contexto donde la salud, la vida y la muerte se amalgaman ha hecho que Marta "aterrice", tome conciencia de lo finito de la existencia y, más que nada, de la riqueza de la vida.

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