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HISTÓRICO
Fallo histórico: derechos de los gays
León Valencia | Publicado
La Corte Constitucional se acaba de dar la pela y en un fallo trascendental aprobó 42 nuevas disposiciones a favor de las parejas del mismo sexo. Contrasta esta actitud del máximo organismo de control legal con la posición del Congreso de la República que en dos oportunidades ha hundido proyectos de ley dirigidos a reconocer derechos de la comunidad homosexual.

Estamos ante el inicio de una superación del carácter homofóbico de nuestra cultura y nuestras instituciones. En todo caso este es apenas un episodio de la gran batalla que debe librar el país para ponerse a tono con la agenda del mundo contemporáneo que está exigiendo romper las desigualdades y discriminaciones de todo signo.

No es exagerado decir que un fallo que arranca por declarar que una pareja de dos personas del mismo sexo ostenta un estatus legal tiene alcances revolucionarios. La Iglesia, la sociedad y el Estado con el paso de los años habían tenido que tolerar la manifestación homosexual y declinar la persecución legal de personas con diversa inclinación sexual o moderar la condena moral. Pero hasta ahí llegaban. En las instancias decisivas de estas instituciones se desarrollaba una feroz oposición a que el amor gay se hiciera público y tuviese un reconocimiento social. Es más, apelaban a las más variadas presiones para que los homosexuales no exhibieran su condición, obligaban a que estas opciones estuviesen relegadas a un mundo subterráneo, oscuro, orillero.

El fallo pone todos los reflectores en estas relaciones, es un golpe en el puro corazón de la cultura. Toca la sagrada institución del matrimonio y la familia. A renglón seguido reconoce derechos de herencia, beneficios en pensiones y salud y abre una brecha para que en el trabajo, en el estudio, en la vida social, los homosexuales empiecen a ser vistos como verdaderos ciudadanos.

No faltará el pataleo. Ya algunos jerarcas de la Iglesia han salido a decir que en todo caso no se podrá hablar de matrimonio propiamente dicho, ni de familia, porque eso sólo es posible entre un hombre y una mujer. Seguirá existiendo igualmente una restricción para la adopción de los hijos.

Así mismo, en la vida real los funcionarios del Estado y quienes rigen el trabajo, el estudio y la vida social continuarán poniendo mil talanqueras a la igualdad. Pero cuando lo hagan tendrán que saber que están abusando de su poder y contrariando la Constitución y las leyes de nuestro país.

Se habla entre los más anticuados y reaccionarios de cómo estas relaciones son antinaturales y contrahechas. Pero? ¡vaya paradoja! Tengo muchos amigos y amigas homosexuales. Algunos viven en parejas y están criando hijos. Otros viven solos pero han logrado adoptar. Y debo decir que he visto en algunas de estas relaciones más estabilidad, más respeto y más ternura que en uniones heterosexuales. También más responsabilidad con los hijos. Tienen dificultades y afrontan crisis, se celan, se pelean y separan, pero estas cosas le ocurren por igual a los heterosexuales.

No será fácil que la sociedad pase del reconocimiento legal a mirar como un hecho cotidiano y normal las relaciones entre parejas del mismo sexo. Ver por ejemplo a estas parejas besándose en las calles o en los centros comerciales, llevando sus hijos al colegio, compartiendo las fiestas y el trabajo. Con la certeza de que no serán cosas aisladas porque las manifestaciones del orgullo gay en Sao Paulo, Nueva York o Bogotá, en los últimos años, han sido multitudinarios, lo cual indica que este fenómeno no es tan minoritario y marginal como se pensaba.

Pasará mucho tiempo antes de que la homosexualidad deje de ser apenas tolerada y sea plenamente aceptada como opción sexual, pero el paso dado por la Corte Constitucional le da por lo menos herramientas legales a los gays para defender ante los tribunales elementales derechos. ¡Qué buena esta noticia!
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