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El pasado Jueves Santo, de forma discreta y silenciosa –pues la gravedad de su estado de salud no fue develado a los medios masivos de comunicación, ni siquiera al intrigante presidente Santos–, a los ochenta y siete años de vida abandonó su existencia terrena el Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez, el más importante escritor patrio de toda la historia.
También, él fue uno de los más originales y reconocidos novelistas del último siglo, cuyas cuarenta y dos obras ?en las que da rienda suelta a la imaginación y a la fantasía, de la mano de un crudo realismo incrustado en la tragedia social y política de su país y de América Latina? han sido traducidas a múltiples idiomas y cuentan con millones de lectores. Por ello su faena literaria, atravesada por ese permanente conflicto nacional desde sus orígenes, es un grito contra las injusticias, la opresión, el totalitarismo, la violencia política, etc.
Su importancia en vida llegó a ser tal que muchos, sobre todo en la Madre Patria, lo equiparan a Cervantes y ponen a Cien años de soledad –estimada su obra cumbre– al lado de El Quijote, cuando no se asegura que ella fue calcada sobre esta. Por supuesto, se olvida que lo mejor de la producción del afamado hombre de letras son sus Crónicas y reportajes, fruto de su infatigable labor periodística a mediados de los años cincuenta cuando desertó de su carrera como jurista y, de forma definitiva, se dedicó a esa actividad.
Se fue, pues, quien hace casi treinta dos años nos arrancó lágrimas de felicidad, cuando se conoció la noticia de que la Academia Sueca le había otorgado el preciado galardón; el hombre nacido en el país de Mauricio Babilonia –el apasionado por Neme que conocía muy bien las actitudes de una mujer enamorada y que siempre aparecía rodeado de mariposas amarillas–, para quien "la vejez era un estado indecente que debía impedirse a tiempo" (El amor en los tiempos del cólera ).
Ahora, cuando ha partido físicamente, nadie puede desconocerle su genialidad, la misma que en vida le deparó un sitial muy grande en la historia de las letras y que ha hecho conocer a Colombia en todos los rincones del planeta; sin embargo, debe recordarse que también fue un ser humano muy controvertido en los planos político y personal.
Él fue siempre afecto a las ideas de izquierda y nunca ocultó sus nexos con la llamada revolución cubana y su máximo líder Fidel Castro, con el Movimiento Sandinista; en su mismo país, jalonó ?entre 1974 y 1980? la creación y publicación de Revista Alternativa, un órgano de difusión muy crítico y contestatario que cuestionó, hasta los cimientos más profundos, todo el sistema político gamonalesco y corrupto imperante, con lo cual se buscaba un cambio estructural de esa sociedad desigualitaria y clasista.
Pero también se granjeó muchos desafectos. En la propia Aracataca siempre se le reprochó por no haber donado un peso a la escuelita que lleva su nombre o para la casa donde vivió su niñez al lado de sus abuelos, aunque sí legó a un grupo político de izquierda venezolano –el Movimiento Al Socialismo, MAS– la jugosa suma que obtuvo en 1972, cuando ganó el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Además, muchos le increpan sus desaires con Colombia y hasta con su propia familia, cuando no por haber derramado sus afectos hacia México y Cuba.
En cualquier caso, así no lo crea todavía el candidato Presidente –con su doble oso: el Miércoles Santo, cuando anunció al país que el ilustre escritor gozaba de plena salud; y, el Jueves Santo, en alocución a toda la nación en la que apareció para dar condolencias ataviado como un arlequín– García Márquez vivirá eternamente entre los hombres cultos, que no dejarán de extasiarse con su obra, pero nunca se podrá invocar su prédica para proyectos políticos corruptos