<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
Guardamos silencio por el bien del Estado
  • Guardamos silencio por el bien del Estado |
    Guardamos silencio por el bien del Estado |
Por Clara Isabel Vélez Rincón | Publicado

Víctor G. Ricardo asumió como alto comisionado de Paz por culpa de una foto con "Manuel Marulanda Vélez", alias Tirofijo, que se conoció días antes de las elecciones de 1997 en las que Andrés Pastrana fue elegido presidente. El mandatario le insistió en que si él había realizado una propuesta de paz para su Gobierno, si se había reunido con las Farc cuando era el coordinador político de su campaña y había trabajado hasta sentar a la guerrilla en una mesa de negociación "¿cómo era posible que no hiciera parte de su Gobierno?".

Como no tenía presentación dejar su gestión empezada, abandonó proyectos personales que le iban a dejar "buena plata" y aceptó el puesto de Alto Comisionado. Lo hizo "ad honorem", para ser consecuente con las críticas que les había hecho a quienes se dedicaban a vivir de “trabajar por la paz”, les donó su sueldo a una comunidad religiosa de Bogotá y a la Fundación Prolírica. “Las monjitas y la zarzuela tuvieron buenos días de cuenta mía”, cuenta Ricardo mientras se ríe.

Una risa que desaparece cuando cuenta que a los seis meses de asumir su cargo tuvo que sacar a su familia del país (esposa y tres hijas), y acostumbrarse a andar con 84 escoltas porque eran muchos los que querían matarlo...hasta el tipo que se encontró en un baño y le dijo “¡usted es igualito al HP de Víctor G. Ricardo. ¡Donde me lo encuentre lo mato!” A lo que Ricardo, acudiendo al sentido del humor y a mucho de necesidad, le tuvo que responder: “yo también quiero conocer a ese desgraciado, porque con esta ya es la tercera vez que nos confunden”.
Tenía enemigos en la guerrilla, entre los paramilitares y hasta en algunos sectores de las Fuerzas Militares que le atribuían a él el pase a retiro de dos oficiales: los generales Rito Alejo del Río y Fernando Millán, ambos cuestionados por sus nexos con paramilitares. En tres horas de charla, Ricardo recordó por lo menos cinco atentados contra su vida.

Reconoce que a lo largo de la negociación guardaron silencio (él y el expresidente Andrés Pastrana) , pero que si “tragaron muchos sapos” fue por el bien del país, porque si ahora se habla de los logros de la Política de Seguridad Democrática del expresidente Álvaro Uribe es porque se dieron las bases durante el proceso de paz con las Farc y el Plan Colombia.

"La gente votó por Pastrana para hacer un diálogo de paz y votó por el candidato Uribe para que hiciera una acción de guerra. Pero el candidato Uribe no hubiera sido Presidente si no hubiéramos vivido la experiencia de un proceso de paz, como tampoco había podido hacer las acciones que hizo en materia de seguridad democrática si no hubiéramos fortalecido las instituciones. Eso es un proceso que duró años, que permitió a las Fuerzas Militares tener los armamentos, la tecnología, eso duró casi cuatro años. Si Pastrana hubiera roto el proceso de paz un año después de haberlo empezado, la gente habría dicho que se había tirado la posibilidad de paz, pero si hubiera hecho eso no habría habido Plan Colombia ni se hubieran fortalecido las fuerzas militares ni se habrían tenido los éxitos".

Para entender mejor el proceso, estos son algunos momentos clave en boca de uno de sus protagonistas y por qué no, uno de sus gestores.

1. ¿Por qué se negoció?
El país tenía 3.600 secuestrados, 192 municipios sin fuerza pública, acababan de pasar las tomas de Patascoy, Las Delicias, la fuerza pública desmoralizada, ya había fricciones entre Ejército y Policía porque Estados Unidos ayudaba más a la Policía. Los equipos eran precarios, teníamos de 10 a 12 helicópteros, de los cuales solo funcionaban tres; había tres aviones espías, de los cuales solo funcionaba uno; no había posibilidades satelitales para hacer seguimiento a movimientos guerrilleros y los cultivos ilícitos.
Abrimos el Plan Colombia, una expectativa similar al Plan Marshall cuando Alemania quedó arruinada y la comunidad internacional se volcó para respaldarla. Le dijimos a la comunidad internacional que Colombia era un país subdesarrollado, que en ese momento se gastaba 2 billones de dólares en la lucha contra el narcotráfico y nos quedábamos con las víctimas. Esa plata la necesitábamos para invertir en desarrollo, en infraestructura, educación, salud, posibilidades de desarrollo en zonas de conflicto.

2. La foto del reloj marcó el inicio
Yo era el coordinador político de la campaña y a la vez el director del comité de reacción, por eso viajé a los Llanos del Yarí. Me reuní con ellos de 6 p.m. a 1 a.m., dos semanas antes de las elecciones. Cuando terminé de hacer la propuesta y miré el reloj -que era de la campaña- , Marulanda me hizo una pregunta sarcástica: ¿usted tiene afán? Le contesté que siempre que terminaba de hablar miraba el reloj para saber cuánto había hablado.

Le dije: mire Marulanda, aprovecho para regalarle este reloj, él lo tomó en la mano y me lo devolvió, me dijo que yo lo podía volver a necesitar, le dije que tenía significado especial. En un gesto de coraje me levanté de la mesa, le tomé un brazo y los de seguridad reaccionaron. Le dije: permita dejarle este reloj que siempre marcará la hora de la paz.

Ese reloj cambió la conversación y permitió avanzar en la discusión. Le hice tres preguntas: si eran amigos de la democracia, si respetaban la unidad nacional y si eran amigos de la propiedad privada. Cuando me contestó le dije que esas tres preguntas eran fundamentales, porque si la respuesta de alguna de ellas era no, no tendríamos nada qué negociar. Él me hizo otras tres preguntas, dos de las cuales le aclaré que solo podría responderle Pastrana si era elegido Presidente.

Cuando terminamos le dije que si podría contarle al país y al mundo de la reunión y me dijo que iban a sacar un comunicado, le pedí quedarme, pero me dijo que había un paro nacional guerrillero desde las 8 a.m. y de pronto no podría avisarles a todos los frentes. Entonces le pedí una foto porque nadie me iba a creer el encuentro, tendría dos elementos: la cartilla con la propuesta de paz y el diario del día. La tomamos y él tenía puesto el reloj. Al Mono Jojoy no le gustó la idea y dijo que con eso les iban a poner precio a ellos, pero Marulanda dijo que sí. Cuando hicimos la rueda de prensa, fueron los periodistas, vieron el detalle del reloj de la campaña y empezaron a hablar.

3. La silla vacía
Fueron muchos los momentos en los que decidimos guardar silencio no por esconderle nada al país sino por buscar un bien mayor. En el incidente de la silla vacía en la instalación de los diálogos (7 de enero de 1999) fue porque días antes de la instalación capturaron a tres paramilitares que iban a asesinarme; si no podían, iban a matar a Marulanda. Él me dijo que no iba, yo le hice la reflexión de que cómo iban a estar el Presidente y los negociadores y él no. Me contestó: al que me van a matar es a mí y no voy. No pude contar la verdadera razón porque era justificar la ausencia de Marulanda. No era fácil tomar la decisión, pensarían que estábamos justificando su ausencia, pero era una responsabilidad de Estado.

4. El ruido de sables sí fue fuerte
Había malestar en las tropas, trabajé para que me invitaran a la Escuela Superior de Guerra para explicar el proceso, pero algún mando se opuso. Ahora los militares sí han entendido el trabajo que se hizo, que el proceso de paz fortaleció la fuerza pública, permitió dotarla, convocar a la comunidad internacional para apoyar la institucionalidad. Por eso, aunque tuve momentos duros familiares, de seguridad nunca me voy a arrepentir.

Con el ministro de Defensa Rodrigo Lloreda (que renunció en mayo de 1999), hubo diferencias porque él era quien firmaba los decretos de la zona de distensión, pero no les explicó a los militares cuáles eran las reglas de juego. Yo era su amigo, fui el jefe de debate cuando él aspiró a la Presidencia.

5. Los abusos y lujos de las Farc
Mientras yo estuve las cosas que acontecieron fueron de otra índole, por ejemplo, el secuestro y la muerte de los indigenistas americanos (25 de febrero de 1999) que provocó una fuerte reacción internacional, pero sí recibíamos rumores de lo que estaban haciendo (secuestros, robos de carros o extorsiones) permanentemente lo verificábamos. A veces, me iba a recorrer la zona a hablar con pobladores y mirar alternativas, hablar con Acción Social, me cuidé de hacer obras adentro y afuera de la zona de distensión.
Yo tuve oportunidad de ver los campamentos, eran muchos en distintos lugares y muy similares entre sí. Dormían en uno diferente cada noche, tenían televisión satelital pero dormían en cambuches, tenían cocinas de tierra, el confort no era ninguno. Lo que se dijo de las canchas de voleibol playa, no corresponde a la verdad. Era una finca de narcotraficantes que ellos acomodaron a sus necesidades.
 
6. El papel de Estados Unidos
En el caso de la muerte de los indigenistas dijeron que debían ser juzgados allá, en la construcción del Plan Colombia ellos ayudaban con 48 millones de dólares a la Policía, nosotros organizamos que se pasara a 900 millones de dólares. Trabajamos para que la parte militar no se involucrara en el Plan Colombia Social pero el Congreso de E.U. no iba a aprobar eso.
En el proceso del Plan Colombia se necesitaban 7.000 millones de dólares, de ellos 4.000 del presupuesto nacional y el resto por donaciones de la comunidad internacional y se ampliaría por periodos.
 
7. La gira europea no fue un aire
Muchos internamente no estaban de acuerdo pero la hice por varias razones: quería que se trataran los temas del Derecho Internacional Humanitario que eran importantes para nosotros y que cuando se habían tocado en otros diálogos como el de Tlaxcala, habían dado lugar a que se rompieran las conversaciones. Hice una avanzada y viajé a Europa y me reuní con el Presidente de la Asamblea institucional de Italia, que era jefe del Partido Comunista. Le pregunté qué opinaba del secuestro y me contestó que era un delito de lesa humanidad. Me pareció fundamental que él se los dijera.

(…) "Manuel Marulanda" no quería la gira (1 de febrero de 2000). Reyes acogió la iniciativa y tuvo unas seis reuniones con los jefes de las Farc y después de cada una me pedía más argumentos. Me reuní con el Secretariado, Marulanda me dijo: si usted me garantiza con su palabra y con su vida que a ninguno de mis hombres les pasa nada, yo estaría dispuesto a autorizar la gira, a lo que yo respondí que con mi vida y con mi palabra lo garantizaba, porque si mi vida se perdía no era por mi propia voluntad y que yo me jugaría la vida para que no pasara nada.
Después vino un proceso complicado. Iván Ríos me llamó a decirme que nadie sabía quién era él pero para sacar pasaporte lo iban a identificar porque le tenían que tomar las huellas, me advirtió que a veces actuaban contra uno o los de uno, yo soy guerrillero y me puedo defender. Días después en un periódico salió una fotografía con las huellas de todos ellos, uno me llamó a las 3 a.m. y me dijo que querían hablar conmigo. Me dijeron que les había garantizado seguridad y que a partir de ese momento cualquier cosa que les pasara a ellos o a sus familias era mi responsabilidad, porque ellos se sabían defender pero sus familias no. Yo eso no lo podía decir en público. Llamé muy molesto a la Registraduría, ellos dijeron que eran documentos públicos y que ese periódico se los había pedido.

8. Los momentos críticos
Fueron muchos momentos críticos. Por ahora recuerdo el impacto de la silla vacía, porque el pacto que tenía con Pastrana era que por ser coordinador de la campaña lo sentaba en la silla y ahí me retiraba; pero la reacción que generó hizo que fuera un momento crítico. También fue difícil cuando me tocó identificar a los paramilitares que llegaron a la zona de distensión para matarme; cuando se supo que las Farc habían sido responsables del secuestro y la muerte de los indigenistas americanos; cuando íbamos a ir a un encuentro en Costa Rica en el que se iba a trabajar con los americanos en sustitución de cultivos, los periodistas se dieron cuenta. El subsecretario de Estado de Estados Unidos, Pete Romero, estaba en proceso de aprobación su designación y el Congreso se lo congeló. El que viajó fue Michael Scola, tuvo problemas posteriores porque lo nombraron embajador en dos o tres países y el Congreso no se lo aprobó. Aunque estaba aprobado por el expresidente Bill Clinton.

9. ¿La guerrilla tuvo intenciones de negociar?
En ese momento estaba convencida de su triunfo, engrandecida y el conflicto de la institucionalidad era utilizado a su favor. Les dije muchas veces: aprovechemos el momento en que el mundo y Colombia nos acompañaba.
Álvaro Gómez cuando se reunió con Marulanda y “Jacobo Arenas” le dijo ¿cuántos muertos tiene que haber para que realmente hablemos de paz y lleguemos a un acuerdo? Esa frase me la recordó Marulanda y esa es la reflexión que nos tenemos que hacer, llegó el momento en que fortalecida la fuerza pública todos tenemos que trabajar por la paz.

10. La renuncia
No logré tener interlocutor en las Fuerzas Militares para que les explicara la verdadera razón del proceso de paz, que se estaba haciendo un trabajo para evitar que maten más soldados y policías, explicarles que la situación económica era mala, que fiscalmente el país no estaba en condiciones ni de comprar botas, que el que necesitaba oxigeno era el Estado y no la guerrilla, porque ellos estaban ganando.
Mientras yo construía confianza con la guerrilla se fue destruyendo la confianza con la institucionalidad. Por eso quería que el cese el fuego lo firmara Pastrana con una persona que no estuviera desgastada con las Fuerzas Militares, digo la verdad porque era inapropiado, inadecuado y poco conveniente salir a hacerlo.

x