Luego de varios años de incertidumbre por no saber el paradero de sus familiares víctimas del secuestro o desaparición forzada, centenares de personas estarían a punto de recobrar la tranquilidad en sus vidas.
La voluntad expresada por parte de ex guerrilleros y ex paramilitares para revelar el paradero de cerca de 500 víctimas, hizo renacer la esperanza en cientos de familias que esperan, “por lo menos”, darles sepultura. La única condición de los reclusos es poder obtener algún beneficio por parte del Estado.
Ahora, lo que más anhelan las familias es conocer la verdad de qué pasó con sus seres queridos; los salieron un día de sus casas y nunca más regresaron. Por esto todos esperan con ansiedad la información que puedan entregar sus victimarios.
Este martes frente a casi 80 personas, presos de las Farc y las autodefensas revelaron desde sus centros de reclusión, la intención de otorgar la información necesaria para que las autoridades puedan encontrar las fosas comunes en las que se estarían varios secuestrados y desaparecidos por ambos grupos subversivos.
Revelaciones
Por eso, la Ong holandesa Manos por la Vida y el programa radial Las voces del secuestro, conducido por el periodista Herbin Hoyos, tienen en su poder los listados con detalles de los sitios donde estarían los restos de las víctimas.
Según la información suministrada existen a fosas comunes en Cajamarca (Tolima), zona rural de Tame (Arauca), Útica (Cundinamarca) y Buenaventura (Valle). Asimismo, se conoció la muerte del médico José Genneco, secuestrado en julio de 2002 cerca del hospital La Samaritana en Bogotá.
Además, el asesinato de un joven de apellido Iglesias, cuya familia se encuentra en Cajamarca (Tolima). Según un guerrillero, el cuerpo se encuentra en la vereda Potosíde ese mismo departamento.
Otro preso dijo tener información sobre la ubicación de 16 cuerpos en un sector de Arauca. Al parecer se encontrarían los restos de una menor de edad y el primo de un defensor del pueblo de Boyacá.
Herbin Hoyos y Liduine Zumpolle de Manos por la vida, fueron los encargados de recibir la información telefónicamente este martes en presencia de 80 familiares en el Museo el Chicó, en Bogotá.
Incertidumbre
Mientras escuchaban atentamente la información, fueron inevitables los rostros tristes de padres y allegados de las víctimas. Todos padecieron durante años la tortura de no saber nada de sus hijos.
Marina Bernal, madre de Pedro Octavio Franco Bernal, desaparecido el 11 de mayo de 2002 en el municipio de Vista Hermosa (Meta), aseguró que la angustia de no saber qué pasó “es mucho peor que enfrentar su muerte”.
Por esta razón, ella aclaró que la tranquilidad volverá a su cuerpo “el día que pueda enterar sus restos”.
Sobre la desaparición de su hijo aún no está claro el grupo que la efectuó. En un comienzo se decía que la guerrilla lo había desaparecido, meses después se rumoró que fueron las autodefensas.
La única pista con la que cuenta es la declaración de un desmovilizado de las AUC en Cáqueza (Cundinamarca), quien dijo que Pedro Orlando había sido asesinado y arrojado a una laguna del sector. Sin embargo, según Marina, allí nunca se encontró el cuerpo de su hijo.
Marina fue una de las primeras madres en llegar al encuentro con Herbin Hoyos. Su corazón guardaba la esperanza de saber noticias. Sin embargo, luego de dos horas de escuchar atenta a los presos, ninguno hizo referencia a Pedro Octavio Franco. Y allí quedó la esperanza de terminar por fin con siete años de dolor.
Similar es el caso de Héctor Panqueva Gómez. Un humilde campesino de 74 años de edad, padre de Everth Orlando Panqueva, secuestrado hace seis años en Monterrey (Casanare).
Desde el 27 de julio de 2003 no ha parado de buscar una pista sobre su hijo, sin mayores resultados. “Nunca he tenido una señal de supervivencia de él (…) yo sigo teniendo fe en Dios y espero tener pronto información que me ayude a salir de la supervivencia”, señaló el padre.
Everth Orlando Panqueva Gómez desapareció cuando se dirigía con un primo (de quien tampoco se sabe el paradero) en momentos en que se dirigía hacia el departamento de Casanare.
Los desaparecidos eran comerciantes de profesión. Tenían una microempresa de vitrinas y tapabocas para obreros.
Ya sin noticias, Héctor prefirió creer que “tan sólo fue falta de suerte” y “en menos de lo que la gente cree” podrá enterrar a su hijo.