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HISTÓRICO
“JUANPA”, DATE UNA IDITA A SAN ANDRÉS
  • "JUANPA", DATE UNA IDITA A SAN ANDRÉS |
    "JUANPA", DATE UNA IDITA A SAN ANDRÉS |
Por CARLOS ALBERTO GIRALDO | Publicado

El pasado 26 de diciembre hubo tiempo de nuevo para el asombro: dos arcoíris se hundían en paralelo sobre la línea de horizonte del mar de San Andrés. Los separaba media legua de distancia, si mal no calculé con los sentidos estimulados por un par de "cocolocos" que acababa de tomarme en las playas de San Luis, al otro lado de la isla.

Le pedí a la conductora de la motocicleta que se detuviera. Saqué el celular. Función cámara. Y clic, aquella maravilla de aquietado pozo aguamarina pasó al banco de imágenes para el recuerdo. Un cuerpo de agua esmeralda, poco antes del ocaso, adornado por dos aretes de colores colgados del cielo y las palmeras. San Andrés, tan único y tan nuestro.

Pero esta vez yo no podía mirar la isla con los ojos de aquel niño que a los ocho años se puso una careta y unas aletas para perseguir los peces del acuario natural. Ese niño que de la mano de sus papás escuchó asombrado resoplar al océano, como un gigante cansado, entre los corales muertos del Hoyo Soplador.

No era más el chiquillo que había visto muchos años atrás los tenderetes tapizados de sandalias y balones plásticos. De cajas verdes de ciruelas pasas y bolsas de caramelos gringos que uno se tragaba, sin pausa, hasta que en el estómago reventaba la oleada de una indigestión. Ya tenía los ojos de un periodista, siempre viendo el lado tuerto y escondido de las cosas.

Vi a San Andrés muy sucia. Descuidada. Con sus bermas mordisqueadas por los autos, el desgobierno y la corrupción. También con las losas de sus avenidas desajustadas y a punto de naufragar en charcos inmensos. Después me lo dijo el paisa que me alquiló la moto: "añoramos los tiempos del gobernador Simón González que, aunque más poeta y filósofo que administrador, no se robaba la plata".

Vi a San Andrés patrullada por tipos extraños, con esa cara de muchachos más amigos de la maldad, las pistolas y los paqueticos blancos, que de la paz, el amor, el reggae y las hierbitas aromáticas para la risa de Bob Marley.

Vi a los pescadores, perezosos y aburridos, rascándoles los cascos a los botes. Oteando el mar recortado por las tijeras de los jueces de La Haya, sin que a los señores de traje de Bogotá les hubiera importado. Solo se indignaron cuando ya no había nada qué hacer para corregir las medidas mal tomadas al ruedo de nuestro Caribe.

Y esta semana le pegaron dos tiros a un turista argentino por robarle. Y a un tendero de barrio lo fulminaron los piratas de la moto. Ayyy, San Andrés, "Juanpa" te está dejando a tu suerte. Que te arrastren vientos azarosos, como si fueras ya un navío desechado, desfigurado y roto por el salitre.

Me consuela recordar que cuando tomé las fotos de tu cielo de los dos arcoíris, les grité a unos isleños que cruzaban por mi lado: "¡Ustedes viven en el paraíso…". Lástima que a los colombianos del continente no nos preocupe que nuestros tesoros se vayan al fondo del mar o a las manos de otros.

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