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Está de visita en el país un solista del Royal Ballet de Londres: el colombiano Fernando Montaño. Quizás la cercanía con el Mundial de Fútbol y la Indycar suscitó una serie de comparaciones fáciles entre James Rodríguez y Juan Pablo Montoya con el bailarín de Buenaventura.
Sí, los tres dejan en alto el nombre de Colombia. Todos contaron con el apoyo de "alguien" especial, incondicional. Detrás de ellos hay grandes esfuerzos. Entonces, ¿por qué calificar el símil como simplista? Mientras los dos primeros encarnan el prototipo de hombre: "El ejemplar más perfecto y modelo de una virtud"* (este texto no discute el carisma de dichos personajes, solo su rendimiento deportivo), Fernando Montaño no solo libró batallas competitivas, físicas y económicas, sino que luchó contra la idea cultural, el estereotipo, la "imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable". Cabe aclarar que el racismo no ha sido un obstáculo relevante, según Montaño.
En los deportes el prototipo del "macho" suele ser reforzado por una parafernalia dirigida a las multitudes, agitada por la publicidad y el comercio. Basta pensar en la transacción entre el Mónaco y el Real Madrid.
¿Cuánto costará el "pase" de los coristas que vinieron a Medellín en el XIII Festival José María Bravo Márquez?
Revisemos el efecto del estereotipo en los colegios: ¿qué pasa cuando a un niño no le gusta el fútbol? ¿Si no es bueno en la cancha? ¿O si le es indiferente? El asunto no se reduce a "encontrar otro deporte". Detrás del fútbol hay alguien que disfruta al jugar, y que a su vez busca demostrar algo. En nuestro medio, y especialmente entre los hombres, el fútbol es un juego de poder social con un impacto superior al resto de las disciplinas deportivas.
¿Qué pasa con los niños que manifiestan habilidad o afinidad por disciplinas como la danza o el canto? Les dicen "mariquitas", y ni siquiera lo hacen para rotular su inclinación sexual (aspecto que debería ser absolutamente intrascendente en todo contexto social): repudian cualquier acto que asemeje a los niños con las niñas. "No llores como nena", "no bailes como señorita". Los "mariquitas" son aquellos que desempeñan actividades culturalmente asociadas al rol femenino: son una construcción social. Y, como todo estereotipo, encierra una forma de exclusión.
No en vano, Fernando Montaño es llamado el "Billy Elliot colombiano"…
¿Cuántos niños de primaria podrían identificar hoy a este bailarín? ¿Quiénes no saben de James?
El lugar común es reforzado a diario y sin recato por los padres de familia, los medios de comunicación, los educadores. Por el lenguaje coloquial, el gran verdugo.
Esta columna no niega la grandeza de nuestros deportistas, pero sí rescata el poder de un ser humano a quien no le importó alejarse del prototipo, romper estereotipos. Solo ha querido bailar.
Fernando Montaño motiva a reconsiderar las ideas inoculadas generación tras generación, a recuperar la discusión en torno a la otra fuerza, aquella que reside en el espíritu.
*Real Academia de la Lengua.