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El Congreso no puede permitir que en el debate del matrimonio entre las personas del mismo sexo se mezclen argumentos legales y religiosos.
Basados en el hecho de que Colombia es un Estado laico, la argumentación y discusión sobre este tema se debe plantear únicamente en los terrenos jurídicos y democráticos.
Y en ese terreno, la Corte Constitucional dio unos pasos importantes para reconocer los derechos de las parejas del mismo sexo, pero sigue faltando el salto final. Y hay que darlo.
La sentencia fue un avance jurídico en el camino de la igualdad, pues es la primera vez que se reconoce que dichas parejas conforman familias y que éstas deben ser protegidas integral y efectivamente.
Pero esta decisión, ahora en manos del Congreso, va a ser más compleja y menos transparente.
Una cosa es que la Corte le diga al Legislativo que tiene que tomar una decisión, y otra cosa, es que éste lo logre. El Legislativo ha demostrado no ser capaz de ponerse de acuerdo a la hora de temas sensibles y, menos, frente a los derechos de los homosexuales.
En estas materias, el Legislativo siempre ha sido conservador, ya que algunos de los congresistas son temerosos de perder apoyos electorales. Otros siguen dando el debate estérilmente desde lo religioso y unos pocos son absolutamente homofóbicos.
Lamentable.
Ahora bien, la Corte de manera hábil estableció que si no hacen su tarea, y en menos de dos años, los gais tendrán derecho a casarse.
Pero sería un desperdicio que el Congreso desaproveche esta oportunidad de dar un debate centrado, abierto e institucional sobre un tema que tiene que ver sobre todo con el entendimiento del Legislativo sobre la población colombiana, sus necesidades y la capacidad de igualar realmente los derechos de todos.
Así, frente a la duda que se plantea el Congreso de aprobar el matrimonio entre las personas del mismo sexo, la respuesta es una contrapregunta que establece qué razón hay para no hacerlo.
Al asumir que Colombia es una sociedad pluralista, se concluye, no debe haber discriminación de ninguna clase, y por tanto si se les da la oportunidad de casarse a las parejas heterosexuales es discriminatorio no dársela a las parejas del mismo sexo. Esto es claro, a menos que la pluralidad no sea real.
Por eso, para los que establecen torpemente que el objetivo del matrimonio es procrear, por lo cual no puede haber matrimonio entre personas del mismo sexo, si eso fuera cierto, habría que prohibir el matrimonio de parejas estériles o de las heterosexuales que no quieran tener hijos.
Y por eso, de nuevo desde la perspectiva legal, ¿qué más podría argumentarse para impedir que dos adultos del mismo sexo junten sus bienes, se juren, con el Estado como garante, fidelidad a toda prueba y amor hasta que la muerte los separe?
Ninguna.
Una vez los argumentos religiosos se dejan de lado, no hay razones para oponerse a esto. Hacerlo es pretender que las sociedades no evolucionan ni cambian y por eso el marco legal tampoco tiene que hacerlo. Pero es desacertado. Colombia ha cambiado para ser más incluyente y por eso sus leyes también tienen que serlo.
Ha sido un proceso difícil avanzar hasta este punto y ha tomado tiempo. Pero la comunidad LGBT ha esperado suficiente y el país aún sigue jurídicamente en deuda con ellos, por eso el Congreso tiene la palabra y la tiene que usar inteligentemente.