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El Domingo Mundial de las Misiones es la mejor ocasión para profundizar en el sentido de la Iglesia, meditar en su naturaleza y en los derechos y deberes hacia ella.
Hoy es un día para pensar en tantos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que han abandonado su patria para ir a predicar el Evangelio en países remotos. Es un día para orar por ellos y por sus obras y para participar en estas obras mediante nuestra generosa cooperación económica. Día para recordar la Misión, que por nuestro bautismo tenemos todos de dar a conocer a Jesucristo, más que con palabras, con una vida acorde con los valores cristianos, vivida con toda naturalidad, pero también con toda valentía.
Día especial para que los padres de familia reflexionen seriamente sobre las palabras de Cristo hoy: "el que crea y se bautice, se salvará". Y sobre las palabras de Pablo: "Y ¿cómo van a creer en Él si no han oído hablar de Él?".
Porque si los padres de familia no les hablan de Cristo a sus hijos, ¿quién les va a hablar de él? ¿El sistema educativo que cada vez saca a Dios y la religión de la vida escolar? ¿El medio ambiente, donde Cristo y los criterios de Cristo, son los grandes desconocidos? ¿Los gobernantes que elegimos, que son cada vez más indiferentes e irrespetuosos con la doctrina del Evangelio? Y si las nuevas generaciones no escuchan hablar de Cristo y de su Iglesia ¿cómo van a creer? Y si no creen ¿cómo van a salvarse?
Si queremos atender este llamado debemos entender hoy la universalidad de la salvación y la cooperación del hombre a este trabajo salvífico. El Evangelio de hoy contiene el llamado "mandato misionero". Los deberes que Cristo transmite a la apóstoles definen al mismo tiempo la naturaleza misionera de la Iglesia, "la Iglesia peregrina es, por naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre" (Ad Gentes, 2). La Iglesia siempre está y estará en estado de misión.
Atendamos el llamado del Señor al trabajo misionero que como bautizados todos tenemos, tomemos conciencia del gran don de la fe en la Iglesia. Si la Misión Continental garantiza esto, vamos por muy buen camino, sino la Iglesia continuará el camino trazado por su fundador "in statu misiionis".