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HISTÓRICO
LA MISA DEL ATEO
  • LA MISA DEL ATEO |
    LA MISA DEL ATEO |
Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ | Publicado

Amable lector. El gran escritor francés Honorato de Balzac, en unas breves páginas describe la historia de Desplain, un estudiante de medicina que aguantó hambre y frío, pero tuvo la fortuna de compartir sus penurias con un humilde trabajador extranjero.

Con los años, el doctor Desplain sobresalió por su talento y destreza como cirujano. Él, como el común de los hombre brillantes, era agnóstico, en contraste con su amigo y protector que era un católico con una fe tan profunda que creía que su perro era cristiano.

Cuando enfermó, el médico le brindó todo lo que estuvo a su alcance, casi moribundo le pidió que no le faltasen los auxilios de la iglesia. El médico cumplió con solícito cariño sus deseos hasta que falleció en sus brazos.

Uno de sus mejores discípulos de la Facultad de Medicina, que conocía de su indiferencia religiosa, descubrió que este iba a una iglesia y permanecía allí largo rato. Para salir de su asombro no dudó en manifestarle su extrañeza, pues no entendía la razón por la cual asistía a un lugar sagrado.

Fue entonces cuando le contó de su protector el pobre Brianchon, que en una ocasión vendió sus pocas pertenencias para ayudarle a terminar sus estudios de medicina. Desde que murió cada año iba a la misa que ofrecía por su alma. Allí recitaba algunas oraciones y pedía que si él debía sufrir para que su bienhechor estuviera pronto en un lugar llamado cielo, con gusto lo aceptaría.

En nuestro medio aun quedan algunos pocos seres como el pobre Brianchon, pero cada día son más los que se parecen al célebre doctor Displain.

Conversando con un amigo de la infancia, me dijo que con frecuencia sentía la tentación de no asistir a la misa dominical, pues mientras más hablaba el padre menos entendía cuál era el mensaje. Además, me contó que leyó La Alegría del Evangelio, escrita por el papa Francisco y que si la memoria no le engañaba, en uno de los apartes les pedía a los sacerdotes dedicar más tiempo para preparar el sermón dominical. Les sugería usar imágenes o ejemplos y evitar que la predicación fuera tediosa e ineficaz. En resumen, que debían decir mucho en pocas palabras.

Cuando me despedí de mi amigo, pensé que muy pocos sacerdotes leyeron el mensaje del papa Francisco o si lo hicieron, pese a la claridad como lo expuso, consideraron que no tenía razón.

Esa noche me dormí preocupado por lo que había escuchado. Soñé que Jesús de Nazaret se les apareció a varios pastores de su iglesia, los miró con afecto, su rostro estaba no solo triste sino confuso. Tal vez, recordó la parábola de la oveja descarriada, que ahora son incontables, en especial los más jóvenes. No puedo recordar si les dijo algo.

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