En Ayacucho, Buenos Aires reafirma su nombre porque huele a frituras.
Y ese olor emanado de fogones protegidos con toldos blancos, se disfruta aun más cuando se llega a la venta de Chunchurria Estéreo. Pues él, un hombre siempre alegre, con cachucha, canta a pleno pulmón de cara a las carnes y al humo las canciones de Luis Alberto Posada.
Menos conocido como Wilmar Echavarría, Chunchuria Estéreo tiene siempre una canción para contestar. Para contar que trabaja día y noche, canta: Día y noche voy a tomar para disipar esta maldita pena.
Va revolviendo y partiendo con la espátula las tiritas de intestino, canta, mientras el hijo del dueño del fogón, Henry Calle, vierte aceite en silencio, como los demás fritangueros de los 40 puestos que hay en esa calle.
A Eduardo Miranda, conductor de Tax Ideal que casi todas las noches se acerca a comer sin barjarse del auto, le canta viéndolo por la ventana ensartar los retacitos de tripa del platillo de icopor con un palillo de dientes.
Inaudito fuera que yo siguiera amándote así. Se acabaría mi orgullo y de seguro sería infeliz...
Ya cumplió su mayor sueño: cantar junto a su ídolo. Fue en un tablado de la última Feria de las Flores. El cantante percibió tal emoción en él, entonando sus canciones y situado bien adelante entre el público, que terminó por hacerlo subir al tablado y dejarlo cantar con él, delante del micrófono.
Si no come, no vino
A las chicas bonitas que llegan a su venta, les canta. Y les dice que su chunchurria no engorda, que es "chunchurria light". Y en voz más baja, complementa: ¡una barriga la hi... jue madre es la que saca!" Y ríe, porque él no para de reír.
Ni cuando está aburrido deja de cantar. Ni triste. Abre el negocio de tres de la tarde a dos de la madrugada y no importa la lluvia, el Sol, el frío, Wilmar canta. Ni siquiera dejó de cantar cuando se separó de su mujer y sus hijas y las dejó viviendo en su casa del Popular Número 2 y él se fue a vivir solo a Buenos Aires. Además, para qué amargarse, comenta, si las cuatro hijas se han manejado tan bien en la vida. Con decir que la mayor, que tiene 27, apenas quedó en embarazo a los 21. Total que no es una mala mujer. Y además, lo tiene de abuelo con apenas 43 años y muy pocas canas que ocultar con la cachucha de tela.
"Aburrido es cuando más canto. Ahí sí que me hago escuchar".
Cuando se oiga el tañir de las campanas nadie sabrá por quién están doblando. Todos preguntan quién ha muerto esta mañana...
Ya Farid Montoya, un cantante del estadero La Clarita, que está situado a dos pasos de su toldo de frituras, lo ha llevado a cantar con él allí. Y, de su repertorio, le pasó canciones de Posada, para que las aprenda también. Hasta técnicas de respiración le ha enseñado en los últimos días.
Por eso es que Chunchurria Estéreo lo abraza mientras lo ve comer las tripitas de un vaso y le va cantando:
La vida va pasando lentamente. El mismo sol alumbra cada dia...
Y el cantante de La Clarira sonríe. Come y sonríe. Mientras tanto, el conductor de Tax Ideal mastica sin prisa, lo oye cantar, le ve los ojos cerrados de emoción y va asintiendo complacido con la serenata gratuita.
Veinte años han pasado desde que Wilmar cogió este oficio y este sitio. Veinte desde que dejó de vender cigarrillos Marlboro. Veinte desde que prestó servicio militar.
"Si viene a Buenos Aires y no come chunchurria -sostiene- más bien diga que no vino".