Ayer viajó una nueva delegación de víctimas a Cuba. De manera paralela, se conocieron amenazas a integrantes de esa comitiva que por supuesto estará en La Habana, pero que deberá afrontar a su regreso a Colombia la presión de actores armados ilegales tan clandestinos como desfavorables a la concreción de la paz.
¿Por qué a algunos colombianos les resulta tan chocante, tan molesta, tan incómoda, la negociación del fin del conflicto armado? Se trata de una pregunta que gravita en torno a los deseos, muy escépticos, de que la guerrilla sea capaz de tener gestos generosos que den señales de que las hostilidades por fin pararán.
La realidad dicta que son los civiles los objetivos militares en las vías, en las calles y en los lugares de concurrencia de la comunidad. Puede tratarse también de escenarios rurales, tan cercanos a lo que, supuestamente, sería conveniente a las convocatorias subversivas, en un intento -fallido- de animar a la gente a simpatizar con las tesis guerrilleras.
Pero, entre tanto, bajo ninguna circunstancia, es posible entender que los integrantes del equipo de la Universidad Nacional, que labora junto con los miembros de la ONU en Colombia, ni mucho menos las víctimas que acuden a Cuba, estén en la mira de sujetos anónimos que envían mensajes de intimidación y de muerte.
La Iglesia, la ONU y la Unal han sido muy juiciosas y selectivas a la hora de componer la integración de los grupos de víctimas que viajan a La Habana. Entonces, y aquí surgen nuestros interrogantes editoriales, aparecen ahora remitentes de mensajes intimidatorios, "actores invisibles" que ponen en la mira a los asistentes al punto de Víctimas con el Gobierno y las Farc, en la isla.
Por eso cabe la pregunta respecto de quiénes son esos actores sin identificar, por supuesto, que intentan cerrar espacios a la solución negociada del conflicto armado.
Fabrizio Hochschild, delegado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, denunció que tres de las víctimas en tránsito a Cuba son blanco de amenazas de muerte. "Fueron objeto de ataques personales, insultos y calumnias a través de la prensa y de redes sociales", sostuvo.
La negociación está subiendo escalones, peldaños. Tal vez la inminencia de que pueda prosperar está despertando el malestar en los sectores más reaccionarios. No queremos decir que no hay ventanas abiertas al fracaso o el desentendimiento, pero sí advertimos que mientras más se acerca la posibilidad del fin del conflicto, más notorias y amenazantes serán las posturas proclives a que una salida negociada no prospere.
Y no solo se trata de señalar que aquí entran en juego las posiciones más radicales desde la que llamaríamos "derecha dura" sino que también se encumbran las manifestaciones más extremas de quienes creen que la "izquierda" claudica y entrega sus armas.
Quienes vivimos en Colombia tenemos pocas vías de comprensión a la mano: o le decimos firme e irreversiblemente no más a la violencia como mecanismo de respaldo a cualquier reclamación ciudadana y política, o aceptamos que sean poderes armados y arbitrarios los que rijan los nuevos tiempos del país.
Las dudas, la incredulidad, los malestares, y la resistencia a los logros políticos de La Habana crecerán. Pero es aquí donde invitamos a buscar respuesta a qué es lo más conveniente: ¿la vía militar, larga y dolorosa, o la de una solución dialogada que no sabemos cuán eficaz y sanadora será? Elijamos.
Contraposición OTRA JUGADA MÁS DE PROPAGANDA DE LAS FARC, EN UN PROCESO QUE NO PROSPERARÁ
josé obdulio gaviria
Senador por el Centro Democrático, columnista y analista en temas políticos
Las Farc montan un gran aparato de propaganda, incluido canal de televisión en Cuba, para que cualquier leve hecho desfavorable a sus activistas civiles se convierta en una “gran amenaza” que justifique su levantamiento en armas.
Deslegitiman al Estado y el Estado se arrodilla ante ellos con falsedades. Así, con ese desequilibrio, es imposible un proceso de paz sensato y real.
Una negociación debería tener elementos sólidos de consolidación del Estado, de ejercicio de la autoridad y monopolio de la fuerza y desmovilización de los alzados en armas, reinserción y sometimiento a la justicia. Pero ninguno de esos elementos brilla en este proceso y por lo tanto está condenado a morir pronto.
Estamos frente a un proceso ante el cual el gobierno Santos cayó en una celada tendida por él mismo, creyendo, de manera ingenua, que las Farc tenían intención real de terminar su acción criminal.
Hay que averiguar cuánta propaganda negra tienen estas supuestas amenazas. Y en segundo lugar que, como nunca, el Estado colombiano tiene un aparato de defensa y protección de los amenazados, incluso en las regiones.
El asunto primordial es saber si las Farc quieren o no desmovilizarse. Pero están llevando a víctimas a hacer apologías y no, realmente, a consolidar expresiones ciertas de arrepentimiento.