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Doña Lucila González de Chaves, maestra y defensora por siempre del buen manejo del lenguaje, tanto oral como escrito, se refiere a los rebusques idiomáticos como "melindres", que en el argot de la profesora es lo mismo que circunloquio: Rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente. Algo así como "un momento, don Antonio, que ya voy" en vez de un simple "ya voy, toño".
"El idioma no es un juego de palabras para bobear con él; todos podemos hablar de diferente manera pero no de cualquier manera", dice. Y tiene razón.
También abogan por un uso sencillo y respetuoso del idioma don Abel Méndez, en el Diario del Otún; don Efraim Osorio, en La Patria de Manizales y Sófocles, en El Espectador. Algunos recibimos de don Luis Eduardo Vélez sus Gramatinotas en el correo, que se ocupan de recordarnos la importancia de escribir y de hablar correctamente. Pero a ninguno de ellos les hacemos caso.
Para reseñar las veces y las formas en que metemos las patas necesitaría un espacio elástico, así que debo limitar este llamado de atención a siete palabras que afean el idioma, lo empobrecen y parecen haber llegado para quedarse, como una plaga dañina sin posibilidades de exterminio.
Primera palabra: Tema, no como asunto o materia de un discurso sino como una muletilla sin la cual no hay posibilidades de abordar una conversación. "El tema de los habitantes de calle se disimuló mientras el tema del Foro". Sin la muletilla se dice lo mismo y no se falta a la verdad.
Segunda palabra: Todas y todos las y los del lenguaje incluyente. Según don Abel Méndez, "al mejor estilo de los millones y millonas del presidente del vecino país […] no demoramos en escuchar «todos los personos y todas las personas»".
Tercera palabra: Afroamericano. Un eufemismo absurdo. También habría que decir europeoamericano y asiáticoamericano. Decir negro no es una ofensa, es referirse a una raza humana, como la blanca o la amarilla.
Cuarta palabra: Accesar, por ingresar. Y corre el riesgo de quedarse por fuera.
Quinta palabra: Se toma. No se hacen eventos sino que la moda, el cine, la poesía o lo que sea, "se toma" el lugar donde se va a realizar.
Sexta palabra: Capturar por detener. No son sinónimos, pero la pereza de buscar para entender la diferencia es mucha.
Séptima palabra: Colocar, campeona indestronable, incorregible y fastidiosa.
El buen manejo de la lengua es necesario para la claridad y la efectividad del mensaje que se quiere transmitir. Pero abusamos de los extranjerismos, del esqueísmo, del dequeísmo o sufrimos de dequefobia; pasamos por encima de la concordancia ("ciento un personas"); no ponemos una coma del vocativo por nada del mundo, señores, y la ortografía la mandamos de paseo sin tiquete de regreso.
Ni anestesiada me dejo llevar a una IPS en cuyo comercial de radio informan que hay que marcar la "occión 1 para…". Y tal vez no resulte de vida o muerte, pero una mala expresión, oral o escrita, desluce tanto como llevar la ropa sucia y los zapatos rotos.
"No se haga enredos debajo de esos crespos", decía Tomás Carrasquilla, uno de los grandes de las letras colombianas, para indicarle a alguien que no inventara lo que ya está inventado, ni para complicarlo. No es difícil, pero hay que querer.