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HISTÓRICO
Le cabía el mundo en el bolsillo
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    Le cabía el mundo en el bolsillo |
Por JOHN SALDARRIAGA | Publicado

Gabo fue nómada. No paraba mucho en un lugar. Aracataca, Sucre, Zipaquirá, Bogotá, Barranquilla, Caracas, París, Barcelona, La Habana, Cartagena de Indias, decenas de ciudades en los países socialistas, México... El mundo en el bolsillo.

Barranquilla, Cartagena, París y México fueron las ciudades fundamentales, los sitios donde su creación se nutrió con un aire fortificante.

Ese carácter nómada pudo haberle venido de su padre, Gabriel Eligio. Nada lo ataba a nada. "Mi papá era un gitano —cuenta Aída García Márquez, sentada en una mecedora en su apartamento de Barranquilla, donde se radicó luego de haber sido religiosa en Copacabana, Antioquia—. Recorrió toda la Costa. De Riohacha se trasladó a Aracataca. Allí fundó una farmacia. Vivió en Sucre, en Barranquilla y en otros pueblos donde tuvo farmacias".

En Aracataca, Gabriel García Márquez nació y pasó los primeros siete años de su vida en casa de sus abuelos maternos. Una casa llena de tías. Se entretenía oyendo las historias de guerra de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, quien lo quería tanto que lo dejaba beber agua en su vaso personal de plata, y de quien aprendió las cosas fabulosas del mundo. Un día lo llevó al comisariato de la compañía bananera, hizo destapar un salmón para que el niño se sorprendiera al conocer el hielo.

A los diez años, a Gabito se lo llevaron a Sucre. Allí vivía su madre, Luisa Santiaga, con algunos de sus hijos, entre ellos Jaime, el sietemesino que inspiró La tercera resignación y de quien Gabito solía decir, evoca Aída, que "mi mamá lo metía en la gaveta de la máquina de coser".

Allí, poco permaneció. Gabriel Eligio, su padre, deseaba que sus hijos se educaran. Envió a Gabo a Bogotá. "Quisiera que fueras a estudiar en el colegio de San Bartolomé, —recuerda Aída que le dijo su padre a él—. Al interior del país se iba por el río Magdalena. En el barco, Gabito se hizo amigo de un señor, debido a que sabía perfectamente las letras de unas canciones que a él le gustaban. Resultó ser director del colegio de San Bartolomé. Él fue quien hizo que lo recibieran en el colegio de Zipaquirá".

Días tristes, años alegres
El 9 de abril de 1948 sorprendió a Gabito en Bogotá. Era estudiante de Derecho. Después de intentar en vano recuperar una máquina de escribir, regalo de su padre, se fue a la costa a dedicarse al periodismo y la literatura. Trabajó en El Universal y El Heraldo. Regresó a Bogotá, a El Espectador.

Viajó por Europa y se radicó en París por varios calendarios del decenio del 50. A ese tiempo, cuando la pobreza material era extrema, se refiere Plinio Apuleyo Mendoza, uno de sus grandes amigos, en el artículo Gabo y París, los años difíciles, publicado en la revista Cambio N° 713. En ese texto cita otro de Gabo, referente a ese lapso, titulado Desde París, con amor:

"Yo no había tenido una conciencia muy clara de mi situación hasta una noche en que me encontré de pronto por los lados del Jardín de Luxemburgo sin haber comido ni una castaña durante todo el día y sin lugar dónde dormir. Estuve merodeando largas horas por los boulevares, con la esperanza de que pasara la patrulla que se llevaba a los árabes para que me llevara a mí también a dormir a una jaula cálida, pero por más que la busqué no pude encontrarla. Al amanecer, cuando los palacios del Sena empezaron a perfilarse entre la niebla espesa, me dirigí hacia la Cité con pasos largos y decididos, y con una cara de obrero honrado que acababa de levantarse para ir a su fábrica. Cuando atravesaba el puente de Saint Michel sentí que no estaba solo entre la niebla, porque alcancé a percibir los pasos nítidos de alguien que se acercaba en sentido contrario. Lo vi perfilarse en la niebla, por la misma acera y con el mismo ritmo que yo, y vi muy cerca su chaqueta escocesa de cuadros rojos y negros, y en el instante en que nos cruzamos en medio del puente vi su cabello alborotado, su bigote de turco, su semblante triste de hambres atrasadas y mal dormir, y vi sus ojos anegados de lágrimas. Se me heló el corazón, porque aquel hombre parecía ser yo mismo que venía de regreso".

Otro lugar fundamental fue México D.F. Fue su residencia desde los años 60. Allá encontró también refugio cuando, perseguido por el Gobierno de Julio César Turbay Ayala, salió de afán del país.

Viajaba por el mundo y pasaba meses y años en ciudades de Europa y luego sus pasos lo dirigían de regreso a la capital mexicana. Carlos Fuentes celebra la estancia de Gabo en su país:

"(...) una errancia que, al cabo, nos trae al Gabo, en un autobús Greyhound, con Mercedes y Rodrigo y Gonzalo en espera, a la ciudad de México, la más vieja ciudad viva del hemisferio occidental, la urbe azteca, virreinal, barroca, caótica, antiquísima, modernísima, la ciudad de roja piedra tezontle y afrancesadas mansardas esperando la improbable nevada tropical y edificios de cristal despedazados que no quieren durar más de cincuenta años. México D.F., donde la familia de García Márquez tendría, de allí en adelante, su principal residencia para honor y alegría de México y los mexicanos».

Cartagena fue para él una ciudad literaria. Allá recreó Del amor y otros demonios. Su casa cerca de las murallas le sirvió para calentarse cada vez que en México soplaban los vientos fríos del invierno

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