Michel Foucault introdujo en los años 70, tras una ardua investigación, el concepto de "sociedad panóptica". El panóptico es un modelo carcelario del siglo XVIII, el cual posee una torre central que vigila a los reos recluidos en celdas que se encuentran a su alrededor. Esta noción reforzó la idea del "gran hermano" de Orwell, para caracterizar las conductas vigilantes y totalitarias de las distintas naciones del orbe. Hoy, los polémicos casos mundiales de espionaje (en nuestra jerga, las "chuzadas"), fortalecen estas teorías y por ende al lobby que hay contra la vigilancia que ejercen los gobiernos sobre sus ciudadanos. Vigilar o no, suscita un gran debate.
El hecho de tener cámaras en las ciudades o ser espiado es considerado por muchos como la negación de la moral y de la privacidad, como una afrenta y un sacrificio subsecuente de la libertad. Hay que discernir de qué tipo de libertad estamos hablando. La libertad para hacer el bien, basándose en derechos y deberes, la Constitución y la ley, o, la libertad para hacer el mal o lo incorrecto, aquello que va contra la ley y, precisamente, contra la moral. La moral entendida como lo que está bien. Un deber inherente al Estado moderno es cerciorarse de que haya seguridad y de que no se viole la ley. Esto se logra mitigando esa libertad perniciosa, la cual acarrea los males de nuestra sociedad. La violencia, el contrabando, el fraude y la corrupción entran bajo este rubro. Ante esto, ¿qué pesa más, la privacidad del ladrón que roba por internet desde su casa, o la de los miles de internautas afectados? Volvemos a las dos libertades. La libertad verdadera requiere responsabilidad y buen actuar.
Las cámaras y el espionaje legal (no el que se utiliza aquí para perseguir a otros) incentivan a cumplir la ley y mejoran la seguridad, esa que tanto imploran los que desdeñan estas prácticas luego de ver un noticiero. De igual manera, permiten castigar eficazmente el delito. A diario vemos cómo se puede inculpar a alguien con un simple video. De facto, es más fiable la "moralidad" de una cámara de tránsito, que la de un policía bastante sobornable. Este policía tras una pantalla que muestre infractores aumenta nuestra confianza.
En mi visión optimista, creo que somos más los que hacemos el bien. La libertad perniciosa atañe a unos pocos.
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