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Linchado, golpeado y humillado murió el 20 de octubre de 2011 el hasta entonces proclamado Hermano líder y guía de la Revolución de Libia, Muamar el Gadafi. Tenía 69 años, y además de enfrentar su muerte en manos de una turba furiosa, observaba cómo derrocaba su proyecto de nación, forjado en 45 años de una dictadura que se tornó cada vez más grave y cruel con la disidencia.
Tres años después de su fallecimiento, ese país al que mal que bien unificó, se encuentra en numerosos conflictos y en un caos político que quiere superar para, en un futuro, poder sacar pecho por haber recompuesto el orden sin la necesidad de un tirano y su oligarquía con privilegios.
Como en la Revolución Francesa (1789), expertos vaticinan que pasarán muchos años antes de que retorne la paz y la tolerancia a la ahora caótica e incipiente democracia. Por tanto, es apenas el comienzo de una historia de conflictos entre ocho tribus de ese extenso desierto y de choques entre ciudades (consolidadas en la época de la dictadura), frente a la inmensidad de las arenas libias, que salvaguardan las fragmentaciones.
Balance y consecuencias
El Imam Julián Zapata, cofundador del Centro Cultural Islámico de Colombia, cree que Occidente no calculó bien las consecuencias de invadir dicho país el 19 de marzo de 2011. En especial porque no comprendió bien cómo aseguraría la estabilidad una vez finalizada la intervención y cuando lograra sus objetivos.
"La unidad de Libia no está en las ciudades. El centro del poder está en el desierto, donde están las tribus. Podían tomar Bengazi o Trípoli, pero con esto no necesariamente accedieron al poder. Occidente no entendió eso y es la situación que vive el país actualmente", aseguró.
Zapata considera que el derrocamiento del dictador, a como diera lugar, hizo que el país perdiera algo que fue muy difícil de construir: unidad y estabilidad en medio de tantos clanes.
"Más allá de los aciertos o desaciertos a nivel político de Gadafi, era una región próspera, unida y estable. No había anarquía y caos. Ahora se disolvió esa unidad que había, eso es una catástrofe para Libia. Después de Gadafi hubo cinco gobiernos, pero prosigue la violencia", argumentó.
Víctor de Currea-Lugo, docente de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, discrepa de Zapata, principalmente por una razón:
"Cuando vemos la situación en Libia, no hay que comparar cómo estaban hace tres años. Hay que ver cómo estaban hace 5 años y cómo están hoy: en términos de libertades políticas, de participación y de control del poder. En ese sentido, sin duda, pasar de una férrea dictadura de una sola persona, a una multitud de partidos y expresiones políticas, es un avance".
De Currea tampoco coincidió en definir lo ocurrido hace tres años como una invasión. "En segundo lugar, se debe entender que no es por una intervención de la Otan ni de ONU. Quien tumba a Gadafi es fundamentalmente su propio pueblo y un sector de las fuerzas armadas que se opuso a la dictadura", agregó.
Caos actual y futuro
Sea cualquiera de las dos percepciones de esa historia que se desarrolló en 2011 y que tuvo su desenlace en esa fecha que se cumple mañana lunes, con el linchamiento y ejecución de Gadafi, hoy vemos que Libia no transita por sus mejores tiempos. Solo esta semana, los enfrentamientos en la localidad de Kiklia, a 120 km de Trípoli, dejaron 80 muertos y 200 heridos por la guerra entre milicias sectarias.
Más aún, no está clara la institucionalidad del país, dado que existen dos Parlamentos y dos Gobiernos en Libia (los de Trípoli contra los de Misrata), que compiten por la legitimidad. Ante esto tampoco hay consenso de analistas respecto a cuál será el futuro de esta nación y si podrá salir de la compleja coyuntura que enfrenta en la actualidad.
"Deberíamos entender que es un proceso como la Revolución Francesa, que se demoró más de 40 años en consolidarse. Creer que en solo tres años Libia va a ser un paraíso y va a estar construido igual a Suecia es absolutamente ingenuo. Es un proceso complejo", afirmó De Currea.
"Hay un riesgo de que la situación en Libia se siga complicando. Pero lo mejor que se puede hacer es la conformación de un gobierno incluyente. Si se escucha a todo el mundo, aislando a los grupos salafistas, es posible que Libia surja. El país tiene los recursos, tiene la experiencia de las recientes elecciones y sabe lo que significa una dictadura", añadió.
"Lo último es que hay varios retos pendientes: Uno de ellos es una reforma constitucional en la que se debe formular la pregunta de si el país quiere ser nacional o federal, teniendo en cuenta las diferencias que hay entre tribus. Hay que preguntarse cuáles son los mecanismos adecuados para decidir quién es el vocero de la sociedad. Esto, en la medida en que hay actualmente dos Parlamentos en esa nación", manifestó.
Julián Zapata, en cambio, no es tan optimista al futuro y vaticina que el poder que han obtenido milicias yihadistas agravará todo:
"Lo que viene para Libia es muy negativo: una fragmentación del territorio. Y por otra parte lo que se avecina es caos, persecución, desplazamiento y pobreza. Antes había africanos de otras naciones trabajando en Libia, ahora la situación será contraria. Se consolidarán los grupos salafíes (que ayudan al EI en Siria e Irak), que son los únicos beneficiados por el conflicto libio".