El pasado martes el Congreso de la República en pleno eligió como nuevo contralor general al abogado y exprocurador
Edgardo José Maya Villazón. Obtuvo 175 votos, pues de forma directa los partidos políticos fueron notificados de que era el candidato del Presidente de la República. Toda la Mesa de Unidad Nacional (Partido Liberal, Conservador, la U y Cambio Radical) apoyó su nombre.
No hay que olvidar que el Congreso elige a uno de los tres candidatos que le remiten la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado.
Cada una de estas altas cortes escogió como candidato a políticos que han ocupado toda clase de cargos públicos, pero cuya especialidad no es la economía ni las finanzas, que sería lo más idóneo. La norma que exigía que el aspirante tuviera título en ciencias económicas, contables, financieras o de administración fue declarada inexequible en 1995. Hoy solo se exige al candidato tener título universitario, lo cual es tomado al pie de la letra por las altas cortes.
Llama poderosamente la atención que los magistrados actúan como severos juristas al resolver complejos casos judiciales sometidos a su consideración, pero no tienen problema en caer en el más prosaico juego clientelista al escoger los nombres para los más altos órganos de control.
El guiño presidencial no deja de ser una anomalía en un sistema que debería mantener la independencia de poderes, aunque en la tradición política colombiana no sea un gesto inusual. Probablemente todos los jefes de Estado desde 1991 lo han hecho. Con lo que abren la pregunta de si manifiestan sus preferencias por confianza verdadera en uno de los candidatos, por temor a los otros, o por asegurarse un aliado político más.
Y los resultados, sea con guiño o sin él, han sido deplorables. Cuando no en la cárcel, buena parte de los contralores generales de las últimas décadas han terminado hundidos en el más profundo desprestigio personal.
Pero aterrizando a la realidad de las cosas, ante los hechos consumados de una decisión política del Presidente de la República y del Congreso, es legítimo que los colombianos demandemos que el cargo de contralor al que llega Maya Villazón sea asumido por él no como un fin en sí mismo, como trono de poder burocrático y político, sino como instrumento esencial de control para lograr una buena administración pública y un buen manejo e inversión de los recursos estatales.
Llevamos años oyendo anuncios sobre grandes investigaciones que no llegan a ningún lado. De miles de millones de pesos en recursos públicos perdidos en las fauces de la corrupción que nunca se recuperan. De billonarias regalías que van a bolsillos particulares mientras las poblaciones siguen hundidas en la miseria, como en La Guajira, la Costa Atlántica y tantas otras zonas del país.
Suena bien la intención del nuevo contralor de trabajar coordinadamente con la Procuraduría y la Fiscalía. Será mérito suyo si logra deponer los egos de todos y elevar el sentido de causas comunes para que prevalezca el interés general.
Finalmente, hay que hacer referencia al final del período de la contralora saliente,
Sandra Morelli. Podría haber hecho una meritoria labor. No pudo, o no quiso. Se extravió en los vericuetos del poder. Sufrió ataques pero también ofreció razones para su desprestigio con decisiones tan cuestionables como el derroche en el arrendamiento de la sede de la Contraloría y venta ruinosa del edificio donde funcionaba antes. Puede terminar procesada penalmente por su falta de cuidado. Otra página lamentable en la triste historia de la Contraloría.
Contraposición EL NUEVO CONTRALOR ES UN MILITANTE DEL LIBERALISMO, NOS HA ACOMPAÑADO SIEMPRE
Por LUIS FERNANDO VELASCO CHAVES
Senador de la República, Partido Liberal
En el liberalismo reconocemos en el doctor Edgardo Maya a un militante del partido, que siempre nos ha acompañado incluso en los momentos de mayores dificultades. Tiene la suficiente experiencia y preparación para cumplir las tareas que tiene por delante. Su hoja de vida fue avalada por la Corte Constitucional, por cuyos magistrados sentimos gran respeto.
Hay que decir que las funciones electorales han pervertido la función judicial de las altas cortes. Eso debe modificarse en la próxima reforma sobre equilibrio de poderes. Definir quién debe ser contralor, o procurador, es una decisión política, no judicial.
El nuevo contralor tiene que ir más allá de revisar contratos. Debe supervisar políticas: cuál ha sido la política pública de descentralización en cuanto a las trasferencias, o el efecto de la redistribución de las regalías. Debe luchar contra la corrupción pero también ayudar al Congreso a adoptar buenas políticas.
Creo que la contralora saliente fue polémica, pero deja cosas positivas, como los tribunales de cuentas. Le faltó, sí, ir más allá de los titulares.
Finalmente, el Partido Liberal no queda dividido. El día que tengamos que aceptar sin poder deliberar lo que quieran los expresidentes, pasaríamos a ser del Centro Democrático.