<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
Los dramas del Alto de Ventanas
Por NELSON MATTA COLORADO | Publicado
Estábamos ahí, frente a Jánderson Mercado Osorio, oyendo su historia de raspachín desplazado por el conflicto armado, cuando la piel comenzó a erizarse. El vaho del frío salía de nuestras bocas a cada exhalación y por instinto cruzamos los brazos para evitar que el calor se extinguiera en el cuerpo.

Los pelos de la nuca se pusieron tiesos, y no por el miedo evocado en el relato del joven de cara dormida y abrigo de dos tallas más grande. Alrededor, el cielo se iba descolgando, pedazos de nube inundaban la vía y una blanca oscuridad dominó de súbito el ambiente. Había llegado la reina del Alto de Ventanas: la indomable e impredecible niebla.

En sus entrañas desaparecen montañas, bosques y tractomulas, aunque hay cuatro dramas que no puede ocultar: la pobreza de sus vecinos, la tensión por la cercanía de actores armados, el elevado índice de accidentalidad y el saqueo a la mercancía de camiones.

El Alto de Ventanas es una colina de 1.975 metros sobre el nivel del mar, ubicada en la frontera de los municipios de Yarumal y Valdivia. Es un paso obligado para el transporte de carga de exportación e importación hacia la Costa Atlántica.

Pero a ningún camionero le gusta pasar por ahí. "Llevo 20 años recorriendo el país, he pasado por otras neblinas, como la que hay entre el Alto de Letras y Fresno (Tolima), o la de Briceño en la vía Bogotá-Tunja... ¡pero la de Ventanas es muy espesa esa hijuemadre, y no tiene época, sale con frío o calor!", comenta el pereirano Carlos Echeverry, mientras tritura una garra de chicharrón a la vera del camino.

Los peligros para su gremio van más allá del fenómeno atmosférico. Luz Marina Ortiz, inspectora de Policía y Tránsito de Valdivia, afirma que "todo camión que se accidenta ahí, lo saquean de una". Y a continuación rememora casos recientes con cargas de legumbres, pañales y mecato.

Los propios vecinos reconocen esa problemática. Jánderson, quien no ha parado de tiritar bajo su abrigo de dos tallas más grande, cuenta que "un camión se voltea y la gente sale corriendo a cogerle la mercancía, si se le riega. Eso lo aprovecha la comunidad del Alto de Ventanas, los de San Fermín, Ventanitas y Valdivia".

A pocas curvas de su rancho vive Miriam Aguirre, quien hace días vio cuando un vehículo pesado se volcó y se desparramaron por el barranco bombombunes, gomitas, colombinas, confites, mentas y otras decenas de dulces multicolores. Ella asegura, igual que Jánderson, que entre los pobladores hay una especie de código: solo toman los productos que se salen del contenedor. "Si no se destapa el camión en el accidente, nadie coge", precisa.

Otra versión expone Luis Orlando Ramírez, presidente en Antioquia de la Asociación de Transportadores de Carga (ATC). "Se han presentado robos en la modalidad de cesárea: cuando se forma el taco en el Alto, hay personas que aprovechan la neblina, se trepan a la parte de atrás, cortan la carpa y sacan la mercancía sin que el chofer se dé cuenta".

Esperando la caridad
Si bien los residentes confiesan que los saqueos son comunes, nadie habla de ladrones. Justifican el hecho por la pobreza, que los cubre más que la misma bruma.

William Restrepo, de 58 años, reside en la vereda San Fermín de Valdivia, en plena carretera. Es "bendito entre las mujeres", porque comparte la casa con la esposa y seis hijas.

Lástima que no es bendito para el trabajo. "Esto aquí es malo para el empleo y la agricultura no da, la niebla quema los cultivos. Hay turistas que pasan y son caritativos, regalan mercados y ropa", narra.

Miriam, que tiene la berraquera para lavar ropa con agua "helada" de ese cerro, se queja también por el desempleo y añade que cada vez que hay obras en la vía, las empresas contratistas traen personal de otras partes, "no de aquí".

A cada lado del asfalto se han construido ranchos de tabla y plástico, que albergan numerosas familias. Viven de la lechería, el servicio doméstico, voleo de rula (machete) en fincas y de picar las piedras del barranco para llevarlas a Medellín, lo que a menudo provoca deslizamientos de tierra en los carriles.

Su mayor esperanza, sin embargo, es que los turistas que van a broncearse a la Costa les obsequien cosas.

Jánderson, de apenas 23 años, habita uno de esos ranchos con seis hijos, dos nietos y su mujer. Cuando era raspachín (recolector de coca) en el corregimiento La Caucana de Tarazá, le tocó salir huyendo porque los grupos armados lo querían reclutar.

Como desplazado pasó por Medellín y hace cuatro años se instaló en Ventanas. "Nos dijeron que aquí había forma de armar un cambuche y que los conductores le colaboraban a uno con cobijas, panela, juguetes pa" los niños y cosas así".

Este escenario de caridad se convierte en negocio en diciembre, cuando pululan los ranchos temporales y personas que se atraviesan a los carros para pedir plata y regalos.

El alcalde de Yarumal, Miguel Ángel Peláez, señala que esta última situación se presta para los robos a las tractomulas, como los que denuncia la ATC.

Su Administración ha localizado a 12 familias del Alto que están allí sufriendo precariedades, y se propone reubicarlas en el casco urbano.

Máxima alerta
La inspectora Ortiz y el presidente Ramírez de la ATC, coinciden en que a diario hay mínimo dos accidentes en Ventanas, la mayoría de solo latas.

Según la Policía de Carreteras, en los últimos dos años hubo tres muertos. Una de las víctimas fue la pequeña Kelly Johana, de tres años.

La madre, Luz Helena Vera, detalla que el año pasado la niña intentó cruzar la calzada, justo cuando la niebla escupió un camión que nadie vio venir. "El conductor ni se dio cuenta, la cogió con las llantas de atrás", recuerda la señora que vive en un rancho, justo al frente de esa curva maldita donde perdió a Kelly.

El alcalde Peláez recalca que muchos accidentes son provocados porque la vecindad construye sin respetar los 30 metros mínimos de distancia de la vía.

Otras causas de accidentalidad, más allá de la neblina, son los derrumbes, la lluvia, la imprudencia de adelantar en una carretera de una sola calzada y los huecos, de los cuales en nuestro recorrido periodístico de la semana pasada contamos 55.

Mas no solo los conductores deben estar en máxima alerta en el Alto. La seguridad está a cargo del Plan Meteoro del Ejército, por medio de un puesto en la cima, con 150 hombres de la Compañía Motorizada de Control Vial N°2.

Ellos saben que en la bruma acechan guerrilleros del frente 36 de las Farc y la facción "Compañero Yesenia" del Eln, al igual que delincuentes de la banda "los Urabeños".

El capitán Víctor Posada dice orgulloso que van 390 días sin atentados en los 60 kilómetros que custodian, entre Yarumal y Puerto Valdivia, aunque no duerme tranquilo.

Son frecuentes los mensajes de criminales ofreciendo sobornos, diciendo "dejen trabajar o se mueren", por lo que los soldados de Ventanas requieren un talante especial. "Son militares "guerreados", vienen de unidades de selva, con experiencia en combate, porque aquí es alto el riesgo", acota el oficial.

Están dotados con luces de bengala y balas trazadoras para guiarse en la oscuridad, pero lo mejor cuando llega la niebla es guardar silencio. Los soldados cambian de estrategia, son solo oídos, pues nada se ve más allá de 500 metros, ni siquiera los camiones que matan gente y son saqueados.

Son apenas las tres de la tarde y la penumbra nos manda a callar a todos. A Jánderson, a los periodistas, a los militares y a los vecinos, que se van guardando en los ranchos. La indomable e impredecible lo cubre todo de nuevo.
x