<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
Los fantasmas
  • Alberto Velásquez Martínez | Alberto Velásquez Martínez
    Alberto Velásquez Martínez | Alberto Velásquez Martínez
Alberto Velásquez Martínez | Publicado

Lo habíamos pronosticado. A Uribe Vélez no lo van a dejar en paz quienes de alguna manera se sintieron afectados por su política de Seguridad Democrática. Máxime ahora cuando anuncia su retorno a la actividad política para promover candidatos a gobernaciones y alcaldías.

Sobre las chuzadas del DAS montaron sus detractores los fantasmas que lo perseguirán como ocurrió con la mayoría de presidentes que ha tenido al país desde los tiempos de Bolívar. El jesuita Giraldo será la sombra que comandará el hostigamiento contra Uribe por parte de aquellos que nunca se han podido acercar al ejercicio del poder. Enumerar tantos fantasmas en tan largas etapas de la convulsionada historia colombiana, sería un cuento de nunca acabar.

Al comenzar el siglo XX, el presidente Sanclemente tuvo su fantasma, que lo hastió hasta el cansancio, en el vicepresidente Marroquín. Este, al final de cuentas, lo derrocó. Marco Fidel Suárez -en este mismo siglo- encontró en Laureano Gómez su contraparte más agresiva. Gómez no tuvo misericordia y lo tumbó. A López Pumarejo en su segundo gobierno -1942 a 1945- se le aparecieron figuras como las de Enrique Caballero y sus primos, Lucas y Eduardo Caballero para restregarle los escándalos de controvertidas negociaciones internacionales que precipitaron su retiro del poder.

En los años de violencia política sí que hubo fantasmas que acosaron la estabilidad emocional de los presidentes. El gobierno de Ospina Pérez se lo encontró en Gaitán. No le bastó a sus detractores que en todas las investigaciones saliera exento de este cargo, para seguirlo combatiendo. Urdaneta Arbeláez fue acusado de ser cómplice del incendio de El Tiempoy El Espectador y de las casas de López Pumarejo y de Carlos Lleras. Laureano Gómez, en la presidencia, encontró en las charreteras de Rojas Pinilla su gran fantasma. En noches de insomnio, en su exilio español, se le aparecía este espectro para atormentarlo en sus vigilias. Después Rojas tendría en Laureano y Alberto Lleras sus peores fantasmas, cuando movilizaron al país para sacarlo a empellones de la casa presidencial.

En el periodo del Frente Nacional también hubo fantasmas que merodearon por los amplios salones, primero del Palacio de San Carlos y luego de la Casa de Nariño. A Valencia lo atormentó en el lapsus del "viva España" ante el general francés De Gaulle. Carlos Lleras tuvo su propio fantasma en Nacho Vives, un habilidoso senador que le montó una farsa para desprestigiarlo. Misael Pastrana lo tuvo en López Michelsen y en Palacio Rudas, quienes sarcásticamente lo atacaron, llamando su gobierno como el del "frívolo cuatrienio".

Salidos del Frente Nacional, los fantasmas no se fueron. López Michelsen lo topó en doña Berta Hernández y sus puntillosos "Tábanos". No le dejó un momento para disfrutar alguna "libertad", así fuera en su latifundio de los Llanos. Belisario Betancur aun es víctima de esos espíritus errantes que se mueven sobre los escombros del Palacio de Justicia.

A Gaviria aún lo persiguen los fantasmas de la Catedral, sitio de alojamiento de los grandes capos del narcotráfico. Samper tiene su propio colectivo de fantasmas que va desde la trompa del elefante hasta Fernando Botero, el artista de las coartadas. Pastrana no se ha podido desprender de los fantasmas que aun asustan en el Caguán.

Así que los fantasmas que hoy comienzan a perseguir a Uribe no son extraños en la vida de los mandatarios. Unos fantasmas pesan y espantan más que otros. Pero desfilan, sin quererse ir de la convulsionada historia colombiana, resucitados ahora, por los que no descansarán hasta encontrar una declaración comprometedora contra Uribe de parte de aquellos subalternos, hoy investigados.

x