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No han pasado todavía dos semanas desde que se inauguraron las dos primeras Unidades de Vida Articulada en los barrios Versalles y San Pablo, en el nororiente de Medellín, y ya la promotora de lectura en la primera tiene varios enamorados entre los niños que van a sus talleres. A las manos de Laura Rivillas —para los chicos "la profe"— llegan paquetes de papas fritas o dulces; presentes por los que, divertida, devuelve una sonrisa y un cuento.
De cuando en cuando, y cada vez con mayor frecuencia, un niño acerca la cara a una ventana del aula de talleres. A veces es uno solo el que pega las manos al vidrio para evitar ese reflejo que no deja ver el interior y mira qué es lo que se hace allí; pero pronto se juntan grupos de pequeños curiosos, algunos acompañados por sus padres que llegan a consultar en qué actividades pueden inscribir a sus hijos.
Del otro lado del vidrio, observada por los pequeños, algunos de los cuales saludan con la mano, desde una de las mesas de colores vivos "la profe" cuenta que algunas veces el cariño que ya le tienen sus alumnos se lo expresan en cartas o figuras de origami (papel doblado) que dejan sobre su puesto.
Ómar Eduardo Vásquez y Byron López Ramírez, de siete años cada uno, dicen sus nombres con ambos apellidos a velocidad impresionante. Ante la pregunta por lo que más les gusta de la UVA, se enfrascan en la discusión por si se han encendido o no los chorros de agua. Hoy están apagados y los obreros trabajan en detalles aún no terminados del espacio público, pero Ómar sostiene que los han encendido dos veces.
Por las buenas quedan en que a Omar le gusta el internet y a Byron "pintar caras".
En Versalles todos los servicios a la comunidad son gratuitos, aspecto que subrayó durante la inauguración el gerente de Epm, Juan Esteban Calle, con excepción del de lavandería que tiene un costo de 8.500 pesos para una carga de 10 kilos de ropa. Aydé Villa, facilitadora en el Centro de Servicios Públicos, explica que los vecinos separan su turno con anticipación llamando por teléfono, llevan su ropa y el detergente. Mientras esperan, se pueden tomar un tinto y conversar. Pronto habrá televisores para que se entretengan. Las prendas salen lavadas y secas. "Casi no necesitan planchar, solo la doblan y la llevan lista", cuenta, mientras enseña las dos lavadoras y la secadora que están allí para servir a la comunidad.
María Victoria Ruiz, vecina del sector, destaca la transformación del lugar. "Esto era un tanque de acueducto, cerrado. Nunca creí que se pudiera aprovechar para algo más", señala.
Adriana Arango, administradora de la tienda La Esperanza, de San Pablo, ubicada junto a la otra UVA entregada, destaca que los niños del barrio tenían que bajar seis cuadras hasta el parque de Guadalupe para jugar.
María Victoria llega a la UVA de Versalles para aprender algo más de computación. "Tengo correo, pero solo sé escribir mensajes, no más" anota. De los cursos de informática, Andrés Buriticá, instructor, destaca que cualquier persona puede aprender. Los más jóvenes van a jugar o a hacer sus tareas.
Para hoy Laura —la profe— y los niños planearon un taller de elaboración de títeres. Entre las actividades que convocan a su aula también están la Hora del Cuento, espacio para emprender viajes fantásticos, y los clubes de lectura para niños y adultos.