Dada la creciente presión ciudadana por la situación económica, la inseguridad y la pérdida de libertades democráticas, el presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro, ha acudido al fácil expediente de inventarse una supuesta guerra en su contra.
El gobierno venezolano ve hoy a la población, que ha salido a las calles a manifestar su descontento, como un enemigo que lo que busca es su derrocamiento, y no duda en reiterar que existe injerencia extranjera en tal propósito.
De ahí que ordenara la expulsión de tres diplomáticos de Estados Unidos y haya sindicado al líder del partido Voluntad Popular,
Leopoldo López, de instigar una ola de violencia contra el Gobierno y promover un golpe de Estado como el vivido por
Hugo Chávez en 2002.
López, que hoy lidera la oposición, no pudo presentarse a las pasadas elecciones, donde resultó elegido
Nicolás Maduro, por haber sido inhabilitado por el propio régimen bolivariano. Su partido Voluntad Popular forma parte de la Mesa de Unidad donde están representados 17 movimientos políticos opositores. A él lo sindican ahora de todos los males, como también se le atribuían al excandidato y gobernador
Henrique Capriles.
En una especie de esquizofrenia del lenguaje, el gobierno le atribuye a la oposición actuaciones que no reconoce en sus propios seguidores. Llama fascistas a los opositores, cuando las fuerzas oficialistas son las que incurren en una violencia desatada contra las protestas civiles. Como si en estricto rigor histórico pudiera calificarse de fascista al levantamiento de un pueblo contra un régimen opresor, así sea de izquierda.
Las agresiones de hombres armados de la Guardia Nacional y de milicias, contra los estudiantes, que el gobierno niega y califica de montajes, aumentan a medida que crecen las manifestaciones, en una población que, obviamente, está polarizada.
Con el pasar de los días la situación tenderá a empeorar, pero de ahí a pensar que este movimiento pueda provocar el desmoronamiento de la "revolución bolivariana", aún hay gran distancia. Tampoco puede esperarse que la situación pueda revertir hacia una solución negociada con la oposición.
La vía del diálogo está cerrada, precisamente porque al presidente Maduro le interesa mantener vigente su invento de la guerra económica en su contra, para ocultar la escasez de alimentos y las falencias que en esta materia muestra su Gobierno: inflación y devaluación que marcan récords históricos.
Por ello la vía del diálogo invocada por el presidente de Colombia,
Juan Manuel Santos, aparte de ingenua, ha sido de tan mal recibo por parte de su homólogo venezolano.
Por lo pronto, solo una contundente respuesta de la comunidad internacional, que hasta ahora se ha mostrado timorata en sus pronunciamientos, podría traer una voz de esperanza para la población.
Más allá de manifestar su preocupación, la Organización de Estados Americanos y otros organismos multilaterales del continente ya deberían estar apoyando mecanismos que preserven los derechos fundamentales de los venezolanos.
Aunque resulta improbable en los actuales momentos, pero dado su acto de valentía democrática al entregarse a la politizada justicia chavista, los países latinoamericanos deberían acoger la propuesta de
Leopoldo López de constituir una veeduría internacional para velar por los derechos humanos de los venezolanos.
Ese podría ser el germen de una iniciativa continental de apoyo a una población que hoy sufre ante las actitudes cada vez más dictatoriales de un régimen opresor, que persiste en disfrazarse de víctima.
Contraposición EN EVIDENCIA UN PLAN PERFECTAMENTE HILVANADO CONTRA EL GOBIERNO DE MADURO
Por ALBERTO ARANGUIBEL
Analista político, asesor en comunicaciones y autor del libro Reflexiones Chavistas.
Ha quedado en evidencia, con muchos hechos que se han revelado a la opinión pública en todos estos días, pero también desde antes del arribo a la presidencia de Nicolás Maduro, que Venezuela está siendo sometida a un plan desestabilizador que se ha dado por fases. Comenzó con el desconocimiento al proceso democrático, calificando de ilegítimo al presidente Nicolás Maduro y siguió con una segunda fase, que es la guerra económica desatada desde los sectores privados de la economía nacional en connivencia con medios de comunicación y que el gobierno bolivariano enfrentó con el mayor coraje. Y tiene ahora esta tercera fase que es tratar de poner a la gente en contra del gobierno con la excusa del malestar que causa esa guerra económica.
Ha quedado en evidencia ese plan perfectamente hilvanado al que el gobierno ha seguido dando respuesta con la altura, moderación y respeto a los derechos humanos. Se ha buscado crear un malestar en la población, pero el propósito que tenía este plan no ha encontrado eco porque el pueblo vio que el enemigo en esta guerra económica es el sector privado. Y luego en estas movilizaciones violentas, que convocó Leopoldo López, ha quedado en evidencia que los incendiarios son ellos, que no hay ninguna represión del Estado. No existe un solo video ni una fotografía que demuestre la tesis de que hay una represión brutal en Venezuela por parte de los cuerpos de seguridad del Estado.