Si Eduardo Lara no estuviera metido en el mundo del fútbol, seguramente sería un piloto de carreras. Su amigo Ramiro Viáfara dice que al nuevo seleccionador nacional, "le encanta la velocidad".
Su otra pasión, además del balompié, son los carros, a los que cuida y consiente como lo hace con su BMW 325. "Siempre está pendiente de ellos para comprarles lo más novedoso", cuenta el ex jugador del Medellín.
El agite de Lara durante la semana que pasó solo terminó ayer por la noche cuando regresó de Bogotá y se reunió en Cali con sus dos mujeres: Valentina, la pequeña de 9 años de edad, y sus esposa, Lilian Campo, quizás las más afectadas por las permanentes ausencias del entrenador en concentraciones y torneos. De ahí que los momentos libres, que son pocos, se los dedique.
Solo ellas logran desconectarlo del mundo, pues disfruta de las tertulias con los amigos en las que el fútbol manda la parada.
A Valentina, que el próximo sábado estará de cumpleaños, la conoce todo el país, pues con ella celebró hace tres años la conquista del título suramericano juvenil en Manizales 2005.
De Eduardo Lara Lozano como estratega se conocen sus logros y también su estilo de trabajo, en que es estricto y puntual. No le gustan los jugadores de cabello largo (un tema que deberá revisar ahora que se encontrará con los mayores), exige que los muchachos usen guayos negros e impone multas dentro de los grupos como parte de la disciplina, confiesan varios de sus pupilos.
Fuera del trabajo, este entrenador disfruta de la música salsa, como buen vallecaucano que es ya que nació en Pradera, hace 49 años.
"Eduardo es un hombre alegre -cuenta Viáfara- y jocoso, le saca gusto a todo". Sus compañeros de trabajo y hasta los jugadores tienen que soportar las bromas que, a veces, hacen que lo tilden de cansón, en el buen sentido de la palabra.
Devoto del Señor de los Milagros de Buga, Lara es un hombre espiritual y amigo del diálogo, una característica que le ha dado buenos resultados en la orientación de los deportistas. Y sabe perdornar, pues como asegura su amigo y cómplice, Ramiro Viáfara, "no es rencoroso".
De las virtudes que más destacan de Eduardo Lara sus allegados, la lealtad ocupa una de las primeras posiciones, advierte Viáfara, quien recuerda que de los momentos más felices que le ha tocado vivir al lado de él fue la clasificación, en Bolivia, al Mundial sub-17 de Finlandia-2003.
Sherman Cárdenas, volante del Bucaramanga y de las selecciones de menores, dice que "Lara trabaja muy bien la táctica, es amigo del jugador, le da confianza y eso lo motiva a uno".
La otra cara del timonel nacional, de frentero y duro cuando se enoja, y hasta orgulloso, la cuentan algunos periodistas, jugadores y ex colaboradores. Solo que son más las cosas buenas que el país conoce de este mompita, una expresión caleña que utiliza para saludar a la gente que le cae bien.