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Pareciera que el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina fuera como esas novias que el Estado únicamente le para bolas cuando siente que se la van a quitar. Hace dos años, tras conocerse el fallo de la Corte Internacional de Justicia que dejaba en entredicho para el país una buena porción del mar que rodea las islas, el Gobierno, este mismo Gobierno, anunció un paquete significativo de medidas para generar presencia y progreso en la isla.
Poco, o casi nada pasó.
Mientras tanto, en ese mismo periodo de tiempo, el narcotráfico y las bandas criminales organizadas se fueron apropiando de las costas de San Andrés, generando un problema de seguridad mucho más agudo para los locales y los turistas, usando el archipiélago como la plataforma de tráfico de droga, dinero ilegal y armas ilícitas entre Colombia y Centroamérica.
La ecuación actual es: ausencia del Estado, aumento estrepitoso del narcotráfico, pocas oportunidades laborales, baja inversión en educación, y deficiente cobertura de salud. Complicado. Sobre todo, porque desde los anuncios del presidente Juan Manuel Santos después del adverso fallo de La Haya, a hoy, los problemas más graves que tienen los nativos no se han solucionado y ahora se ven agravados por las dificultades de violencia y corrupción.
No por nada la renuncia del exministro Rudolf Hommes a la asesoría que venía dando al Plan Archipiélago, es un campanazo que no se puede dejar pasar.
En su carta Hommes reveló el complejo panorama que vive el departamento no solo por el tema de seguridad, sino por la falta de ejecución en la mejora de los servicios de acueducto y alcantarillado, la diversificación de las fuentes de energía, y la recuperación y el cuidado de las hermosas playas. El exministro fue más allá y denunció las trabas que ha habido durante dos años para algo tan sencillo como poner un médico en Providencia con el fin de asegurar el servicio de salud. Esto no ha sido posible ejecutarlo, pese a estar aprobado por el Ministerio, y el gobierno no ha podido explicar su inoperancia de manera coherente. Inaceptable. A la lentitud en resolver estos problemas cruciales y la velocidad con que se aumenta la inseguridad, se suma la ausencia de nuevas inversiones en la isla. Los hoteleros dicen que es difícil atraer inversión sin agua potable, con los problemas de basuras que existen y con las trabas que ponen los "radicals" locales. Mientras tanto, varias construcciones existentes necesitan una renovación, y aunque, por ahora, los hoteles viven llenos gracias a las aerolíneas de bajo costo, eso no es sostenible a mediano plazo, lastiman la estética de la hermosa isla, y puede afectar su principal ingreso: el turismo.
Hay que hacer algo ya.
Y aunque para los isleños soy lo que se llama en su lengua creole un "paña man" por no ser nativo, hoy en día siento propio al mágico Archipiélago de San Andrés, como todos los colombianos lo deberíamos sentir. Por eso no hay que descansar hasta que algo cambie para bien en ese paraíso de siete colores. El Gobierno tiene que actuar de manera inmediata, y poner un médico en Providencia es un primer paso, de muchos, que tiene que dar de manera concreta y sostenida.