El que no haya estado atrapado alguna vez en una reunión llena de primos, tíos y hermanos, preguntándose "¿de dónde vienen estos extraterrestres que son mi familia?", que alce la mano. Si hay muchas comedias donde la causa del humor son los equívocos que produce ir descubriendo la personalidad de un desconocido, hay todavía más donde es el conocimiento profundo de los defectos familiares lo que origina las risas. "Hasta que la muerte los juntó" se une a ese último grupo de cintas, agrupando a algunos de los actores del cine norteamericano más talentosos del momento con la excusa de que el padre de una familia ha muerto y les ha pedido, a pesar de no ser un judío practicante, que observen la shivá, el duelo religioso que obliga a los familiares del difunto a estar juntos siete días bajo el mismo techo.
El peso de la trama lo lleva Judd Altman, uno de los hijos, quien ha llegado al funeral ocultándole a sus parientes que ha abandonado a su esposa porque esta lo traicionó. El problema, como se verá a su llegada, es que en la familia Altman los problemas se ventilan con franqueza extrema, pues la madre, encarnada por la hermosa e inagotable Jane Fonda, es una sicóloga que se hizo famosa con un libro que contaba cada detalle de las infancias y adolescencias de sus propios hijos. Esta situación genera que el plato fuerte de la película sean algunas de las escenas de diálogos, casi siempre salpicados con anécdotas sexuales, ejecutados con el sentido del tiempo (timing es el término técnico) que los buenos actores de comedia tienen. En ese sentido el trabajo de Jason Bateman, Tina Fey y Adam Driver es sobresaliente y logra elevar el nivel de ciertas escenas, que con intérpretes menos talentosos serían demasiado esquemáticas, casi de mala televisión.
Porque la mala televisión es la que no es capaz de sorprendernos o de contarnos la historia de siempre en un empaque original y la principal debilidad de "Hasta que la muerte los juntó" es, precisamente, ese afán de juntar y apretujar situaciones supuestamente graciosas o dramáticas, que en muchos casos no pasan de ser un cliché ya visto: las peleas a golpes entre hermanos rodando por el jardín, el encuentro sexual que "casualmente" se puede oír por un altavoz, la "venganza" contra el tipo que se acostó con la esposa, la canción de los ochentas que suena en el momento justo. Demasiadas subtramas que terminan por hostigar o, peor todavía, por dejarnos indiferentes. Por ejemplo, son tantas las escenas intencionalmente "sensibles", con una música de piano o de guitarra al fondo, que al final pierden toda su carga emotiva y se convierten en un estorbo. En ruido de fondo.
En una escena de la película, Tina Fey y Jason Bateman conversan sentados en el techo de la casa (¡porque nunca habíamos visto eso, claro!) y él dice: ¿Le pasará esto a todo el mundo o sólo a esta familia? La respuesta es que eso sí le pasa a todo el mundo, pero a su familia, para desgracia del público, es a la única que le pasa todo al tiempo.