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El proyecto Medellín Cómo Vamos presentó esta semana (28.04) el informe sobre calidad de vida en la ciudad para el año 2010. La conclusión general del informe señala que "en el año 2010 Medellín avanzó en la mayoría de indicadores que dan cuenta de la calidad de vida". Los nueve capítulos presentan una visión alentadora sobre lo que más debe importar en cualquier comunidad: la situación de las personas que la conforman.
Los avances en educación, salud, vivienda y ambiente son muy significativos. Incluso en servicios públicos, un área sobre la que a veces tenemos la impresión de que ya llegamos al nivel más alto posible. También aparecen esos problemas a los que la ciudad todavía no les encuentra el modo de superarlos. En especial, los problemas de empleo e informalidad, y tal vez los más graves de subempleo y pobreza por ingresos.
Aunque no es objeto del proyecto evaluar la gestión del Alcalde, sí es posible identificar las medidas propias de una administración que producen un impacto positivo sobre la calidad de vida de los habitantes de la ciudad. A ocho meses de terminar la gestión de Alonso Salazar, es conveniente hacer notar su aporte (sobre todo por la poca amabilidad de los medios de comunicación con su antiguo colega).
Hay unas cifras atortolantes: la construcción de más de 11 mil viviendas de interés social y el pronóstico favorable para el cumplimiento de la meta 15 mil, lo que significaría más vivienda social de la que construyeron las últimas cinco administraciones de la ciudad. Esto gracias al aprendizaje y a la capacidad instalada en el periodo Fajardo. La cobertura en educación inicial se incrementó en un 50% desde la posesión de Salazar. Y en el 2010 la Alcaldía multiplicó por nueve el número de árboles que venía plantando, superando la cifra de 330 mil y dejando un promedio de un árbol por cada cuatro habitantes.
Pero, en mi opinión, los logros más impactantes están en otros temas. Durante 2009 y 2010 no murió en Medellín ningún niño por desnutrición. Y es que el hambre había venido cobrándose la vida de muchos niños desde hace varias décadas.
El mínimo vital de agua, que abrió el camino al reconocimiento de que todos tenemos derecho a una cuota sobre un recurso público, pero especialmente, los más pobres. Esta medida tiene un efecto sobre la economía familiar y sobre la salud de los niños, como lo muestra la disminución de enfermedades diarreicas.
El aire que respiramos gracias al pulso que el Alcalde le plantó a Ecopetrol, que permitió reducir algunos contaminantes en los combustibles hasta dos centésimas de lo que nos estábamos tragando en el pasado reciente.
Nada de esto hubiera sido posible sin la eficiencia, la pulcritud y la transparencia en la gestión.
A los servidores públicos, empezando por el Alcalde, se les podrán criticar muchas cosas, pero han mostrado honestidad -un bien escaso hoy- y eficiencia conjugadas para transformar la ciudad, con oportunidades para todos, pero con la prioridad puesta en los sectores más desfavorecidos desde siempre.